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Entre la utilidad práctica y el sentido simbólico

La extracción de la segunda barca de Keops nos devuelve, salvando las distancias (¡cuántas miradas y focos esta vez!), a uno de los grandes momentos de la historia de la arqueología en Egipto. "Como un gato... cerré los ojos. Con los ojos cerrados, olí incienso, un olor sacro. Percibí el olor del tiempo... de los siglos... de la historia. Entonces supe con seguridad que la embarcación estaba allí". Esto escribió -¡hay que ver cómo se emocionan los egiptólogos!- el entonces joven inspector del Servicio de Antigüedades Kamal el Mallakh al hacer un agujero el 26 de mayo de 1954 en lo que parecía una parte de los cimientos de la Gran Pirámide y resultó ser un foso cerrado por enormes lajas de caliza. Metió su antorcha y la luz iluminó lo que semejaba un montón de madera y luego ¡la punta de un remo! Fue un hallazgo colosal: una barca real de la dinastía IV, que pudo ser montada.

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Una nueva barca solar de Keops emerge del fondo de la historia

La barca de Keops sigue siendo una de las grandes atracciones de Egipto. Pese a que, desde luego, no es la única embarcación faraónica que ha llegado hasta nosotros (hay montones), ni la más antigua. Ese récord lo tienen los 14 barcos hallados en Abydos en 1991 y que datan de los tiempos de la primera dinastía (2950-2775 antes de Cristo).

El paseo de Amón

Las barcas y barcos eran elementos omnipresentes en el Antiguo Egipto, cosa lógica en un país nacido alrededor de un río y con largas costas. Están representados por todas partes en templos y tumbas (recuérdense las numerosísimas maquetas funerarias). Al margen de su utilidad práctica, poseían un enorme significado simbólico: el dios Amón era paseado en una barca sagrada durante sus festividades y el dios solar Ra atravesaba los cielos cada día en el llamado barco del millón de años. El faraón, hijo de Ra, seguía ese celestial destino y, por tanto, necesitaba también su embarcación.

No se sabe a ciencia cierta para que servían los barcos de Keops. El primero está claro que navegó -aunque probablemente remolcado-, así que era un barco de verdad. Se cree que pudo ser empleado para transportar el cuerpo del faraón hasta la zona funeraria. Pero posiblemente también servía simbólicamente para conducir el alma del rey a reunirse con su padre divino. Lo que sí es seguro es para qué emplea ahora Zahi Hawass el segundo barco, que, pese a toda la emoción que nos provoca, estaría mejor dejándolo tranquilo en el sitio donde lleva años: para volver a poner las antigüedades egipcias (y a sí mismo) en el candelero y ayudar a remontar la caída del turismo.

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