La tradicional receta de Boadella
Ha pasado mucho tiempo desde que Els Joglars deslumbrara, allá por los años sesenta y setenta, con montajes como Mary d?ous (Mary de huevos) con un memorable y único diálogo de "John, Mary, mua, mua, tilín, tilín, cataclin, clin, clin" en una genial parodia del matrimonio. En aquella época, el grupo catalán basaba sus espectáculos en un brillante y muy elaborado mimo y en influencias de cómicos tan dispares como Buster Keaton, Groucho Marx o Marcel Marceau. Frescura, innovación, sátiras despiadadas del poder -del político, del económico, del cultural- y riesgo escénico -en sentido figurado y literal, con accidentes incluidos- definieron el comienzo de la trayectoria de una de las compañías más renovadoras de Europa.
LA CENA
Dramaturgia y dirección: Albert Boadella. Actores: Jesús Agelet, Xavier Boada, Jordi Costa, Ramón Fontseré, Minnie Marx, Lluís Olivé, Pilar Sáenz, Xavier Sais y Dolors Tuneu. Teatro Lope de Vega, de Sevilla. Del 9 al 18 de mayo.
La obra destroza a profetas del medio ambiente o santones de cocina
Luego vinieron las palabras, cada vez más palabras y más verbo, y a veces verborrea, mientras Albert Boadella, dramaturgo, director y alma de Els Joglars, lanzaba sus dardos contra los músicos, los atletas, los políticos, los artistas o cualquier gremio que se le pusiera teatralmente a tiro. Nunca ha dejado Boadella de utilizar, con profusión y con inteligencia, el gesto y el lenguaje del cuerpo en su teatro. Ahora bien, el peso del mensaje, como dirían esos progres que tanto odia Boadella; una doctrina explícita y muy previsible y unas caricaturas de personajes convertidas en estereotipos han ido invadiendo, con el paso de los años, la escena de Els Joglars. Y todo ello, a pesar de que el magnífico grupo de actores que trabajan a las órdenes de Boadella desde hace décadas permite salvar cualquier espectáculo con notable dignidad y mucho oficio. Aunque el trabajo actoral de Els Joglars se basa siempre en una tarea de equipo y roza el sobresaliente, Ramón Fontseré alcanza la excelencia y desde sus interpretaciones de Jordi Pujol o Salvador Dalí, entre otros, está destinado a pasar a la historia del teatro español.
En la diana, Boadella ha situado ahora la omnipresente ecología y la gastronomía de moda con el pretexto de una cena que el Gobierno español debe ofrecer a dignatarios extranjeros como final de una cumbre sobre el cambio climático. Fiel a su estilo y con repetidas alusiones a la actualidad, que van desde el presidente Rodríguez Zapatero al cocinero Ferran Adrià pasando por el juez Baltasar Garzón, el grupo Els Joglars intenta no dejar títere con cabeza. Parodiados como si se tratara de líderes religiosos, que despliegan todo tipo de liturgias, la dramaturgia de Boadella destroza a los nuevos profetas del medio ambiente o a los santones de la cocina. Lo que ocurre es que el abuso de tópicos, diálogos simplones y situaciones repetidas hasta la saciedad, como las clases del maestro Rada a los cocineros españoles, lastran el ritmo de un montaje que arranca con brío, al ritmo de Las cuatro estaciones de Vivaldi, y va decayendo a los sones de El bolero de Ravel que gira machaconamente sobre sí mismo, como castigo para un cocinero díscolo o quizá para los espectadores más exigentes. De este modo, La cena describe una progresión dramática que languidece en busca de un final que resulta efectista y se intuye con claridad según avanza la obra.
No cabe duda de que los montajes de Els Joglars funcionan como un reloj bien engrasado por muchos años de trabajo en común entre director y actores y por concienzudos ensayos. El éxito de la compañía está asegurado todavía más en ciudades, como Sevilla -donde se estrenó La cena el pasado viernes-, con una oferta teatral más limitada que Madrid, Barcelona o incluso Valencia y que, por tanto, agradecen que un grupo de primera división frecuente sus tablas.
Boadella conoce a la perfección los trucos de la cocina teatral, la dedicación que necesita cada guiso o el punto de sal o de pimienta que pide cada plato. Ahora bien, precisamente esa sabiduría le ha llevado a jugar sobre seguro, a presentar una receta tradicional, contrastada una y mil veces con el público, pero cada vez con menos imaginación. Se podría decir que Els Joglars, pionero de la innovación en su día, presenta hoy un menú convencional que no asume riesgos. De aquella compañía que caminaba sobre el alambre para ensayar nuevas fórmulas teatrales, sólo queda hoy un grupo que repite los mismos ingredientes sabedor de que las recetas tradicionales nunca defraudan a los comensales.
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