La tabla de Flandes
Sostiene Arturo Pérez-Reverte que "el ajedrez es la mejor metáfora de la vida". En consecuencia, el tablero blanquinegro de 64 casillas es un adorno frecuente en varias de sus novelas, y un elemento fundamental en La tabla de Flandes, cuya apasionante trama se construye sobre la endiablada posición de las piezas en una partida que disputan dos de los protagonistas de un cuadro del siglo XV. Parece que el autor no va muy descaminado en el símil. Además de las decenas de novelas que se apoyan más o menos en el deporte mental, Tolstói, Beckett, Canetti, Pushkin, Dostoievski, Balzac, Goethe y Zweig son solo algunos de los muchos escritores que sucumbieron a la pasión que produce.
Siguiendo la acertada idea de un proverbio hindú -"El ajedrez es un mar donde una mosca puede nadar y un elefante, bañarse"-, para disfrutar de La tabla de Flandes ni siquiera es necesario saber cómo se mueve un alfil. De hecho, los aficionados más puristas encontrarán imprecisiones técnicas en el desarrollo de la partida, paralelo al aumento del suspense en la novela. Pero el autor logra algo sumamente difícil: trenzar casi exactamente los movimientos de las piezas con las diferentes tramas, y con unos personajes principales -una restauradora, un anticuario, un ajedrecista obsesivo, un profesor de universidad, una galerista, un proxeneta, un coleccionista de arte- que comparten el amor por la belleza en sus más variadas formas.
Bobby Fischer dijo: "El ajedrez no es como la vida, es la vida"
Ese canto a lo bello, que es la música de fondo de la novela, se refiere a los personajes del siglo XX pero, rizando el rizo, los que aparecen en la tabla flamenca también se mueven en planos hábilmente superpuestos: los jugadores de la partida, la dama que los observa, el espejo que refleja a todos y, de nuevo, la conexión entre la situación en el tablero y las pasiones, bajas o altas, de los protagonistas. Quien conozca las hermosas palabras de Borges sobre el ajedrez, las recordará varias veces durante la lectura: "Dios mueve al jugador, y este, la pieza. ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonías?".
Quizá Siegbert Tarrasch, uno de los mejores ajedrecistas de la primera mitad del siglo XX, debería haber añadido la palabra literatura a una de las más hermosas frases que se han escrito sobre el noble juego: "El ajedrez, como el amor o la música, hace felices a quienes lo practican". El lector será probablemente algo más feliz mientras disfruta de La tabla de Flandes, y algo más culto cuando la termine. Y tal vez entienda mejor al paranoico campeón Bobby Fischer cuando dijo: "El ajedrez no es como la vida, es la vida".
Mañana viernes, La tabla de Flandes, por solo 7,95 euros con EL PAÍS.
Babelia
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