La resurrección de R.E.M.
La banda estadounidense emociona con su directo en Madrid
En privado, Michael Stipe, cantante de R.E.M., es un tipo educado, culto, inteligente y extremadamente tímido. Tanto que cuando habla lo hace con un susurrante hilo de voz sólo apto para oídos finos y atentos. Ahora bien, cuando Michael, de 48 años, se sube al escenario junto a sus dos colegas de universidad, Mike y Peter, cambia radicalmente. De esa curiosa transformación fueron ayer testigos las casi 11.000 personas (no hubo lleno) que asistieron en Las Ventas al segundo y último concierto de la gira española del grupo estadounidense.
Michael es una fiera en directo: se estira, serpentea, pasea por las primeras filas, baila como una Madonna desquiciada y ejecuta el Robocop con un estilo que ya quisiera Chiquilicuatre. El de ayer no era un concierto fácil. Hace tan sólo un año pocos ponían la mano en el fuego por el futuro de R.E.M. Los tres discos con los que inauguraron el siglo XXI dejaban mucho que desear. Faltaban canciones redondas que mantuviesen el nivel de trabajos anteriores (Out of time, Automatic for the people, por ejemplo). Con su último y guitarrero disco Accelerate -del que sólo tocaron cuatro temas-, ha vuelto a descubrir el placer de lo sencillo, que no simple. Una resurrección en toda regla.
Los R.E.M. de ahora suenan otra vez directos, francos, sin innecesarios artificios y sobre todo emocionantes. Durante las algo más de dos horas de concierto, hubo momentos en los que el grupo volvía a ser una auténtica banda de rock and roll. Era en Las Ventas pero bien podía haber sido en garito. Voz, batería, bajo y dos guitarras (una: la que ha vuelto a recuperar Peter Buck después de que se la robasen tras un concierto en Helsinki. La otra: la del gran secundario pero auténtico Scott McCaughey) era lo único que necesitaron para dar un concierto rejuvenecedor.
Empezaron fuerte (What's the frequency, Kenneth) y acabaron mejor -el público, todo mayor de 30 años se volvió loco con las inevitables Losing my religion, End of the world y Man on the moon (dedicada al gran humorista Andy Kaufman). Entre medias 27 canciones y, de regalito final, el inesperado y potente I wanna be your dog, de Iggy Pop, que levantó definitivamente al público del asiento. Miguel Bosé y Sergi Arola los primeros. Anoche fueron a ver a su amigo Michael Stipe, con el que habían cenado tres días antes en el restaurante que tiene en Madrid el cocinero rockero.
Suele contar Michael que cuando montaron la banda en 1980 no pensaban publicar discos. Que lo suyo era el directo. Ahora, 30 años y bajones varios después, pocos les superan en este asunto.
Babelia
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