"La pasión por el cine no tiene que ver solo con los presupuestos"
Cuando Juan José Campanella recibió el Oscar en Hollywood por El secreto de sus ojos, Ricardo Darín no estaba a su lado. Cuando el director Pablo Trapero presentó en el Festival de Cannes Carancho, su protagonista, Darín, tampoco estaba a su lado. Así que San Sebastián no iba a ser la excepción. Aquí Carancho se proyecta en la sección Perlas de otros festivales, antes de su estreno comercial en toda España este viernes, y Trapero -miembro del jurado del certamen- y su esposa, Martina Gusman, la actriz y coprotagonista del filme, despachan a la prensa... claro, sin Darín al lado.
"Siempre estoy trabajando, de verdad; me lo impiden las obligaciones", se oye al otro lado del teléfono. Hay que reconocerle a Darín (Buenos Aires, 1957) su inmensa capacidad laboral, porque entre teatro y cine no para. Desde el otro lado del Atlántico se oye un suspiro. "Perdón, es que estoy viendo el tenis, la Copa Davis, que juega Argentina. Está difícil
La estrella argentina protagoniza la película 'Carancho', de Pablo Trapero
[cayeron eliminados minutos más tarde]. Esto...". Lo del trabajo. "Ah, sí. Interviene la fortuna, desde luego. También ahora me llegan más guiones, y los directores y escritores se acercan a mí con profusión. Yo leo el guión, y si un gusanillo en mi interior se mueve, acepto. Además, yo necesito sentirme involucrado en el proyecto".
Como Carancho, el sexto largometraje de Trapero (El bonaerense, Leonera), un drama amoroso entre un abogado buscavidas y una enfermera en el mundo turbio de los accidentes de tráfico: por culpa de los automóviles cada año mueren en Argentina 8.000 personas, y eso genera entre fallecidos y heridos incontables trámites legales y millones de pesos en indemnizaciones.
Trapero se ha puesto tarantiniano. "Son dos personajes que viven una historia de amor en un ambiente hostil, da la sensación de que, de la existencia de uno, depende la del otro". A pesar de su fama, de su talento, Darín jamás acepta un guión por su personaje. "En Carancho hay una intención directa porque llame la atención la historia, después van los caracteres. Tiene carnadura la historia, ¿cierto?". Y mucha sangre, casi con momentos gore. "No sé. Trapero llegó al cine desde una formación académica. Y creo que nunca se alejó de su forma clásica más profunda. Aunque Pablo tiene un interés por lo social, lo que ocurre en Carancho es aplicable a cualquier comunidad". Si en esa comunidad hay gánsteres, violencia, dinero y coches destrozados. "Por suerte, Pablo es muy obsesivo con el trabajo. Aparecía en las secuencias de acción con las cosas muy claras". ¿Tampoco hubo dudas en los momentos de sexo, aunque Darín estuviera metiendo mano a la esposa del director ante sus ojos? "Es la primera vez que me ha pasado [estalla en carcajadas]. Lo hicimos muy transparente, y pasamos los tres sin problemas por la situación".
El rostro de Darín ha marcado los últimos 12 años del cine argentino. Incluso ha dirigido él mismo. "A veces no me creo esta situación. En cuanto a dirigir... yo soy actor. No le replico al director. Buscamos juntos los acordes. A mí lo que me gusta es entregarme al director, que para eso es quien me ha contratado". Se pone humilde, pero en este subidón de buen cine argentino de la última década, Darín ha olfateado con acierto para aparecer en las mejores películas. "Bueno, tanto, tanto... El cine argentino tiene cierta reputación temporal, y tengo suerte de incluirme. Seguimos luchando por atraer a los inversores y estamos muy agradecidos a las coproducciones con España. A todos los seres humanos nos gusta que nos cuenten buenas historias. La pasión por el cine no tiene que ver solamente con los presupuestos. Hollywood en eso es el rey, el resto nos subordinamos a la brillantez de las cabezas que nos dirigen". Que no es poco.
¿Y no le dio rabia perderse los Oscar? "No, por favor, no sabés cómo fue en Buenos Aires. Nunca me apasionó la parafernalia de los premios, y en cambio aquí lo pasamos bárbaro".
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