El pasado que habita el presente
No creo que pueda ser más oportuno dar el Premio Nacional de las Letras que otorga el Ministerio de Cultura a José Luis Sampedro. Así lo considero por dos razones aparentemente antitéticas. Una, por su labor como escritor que concitó la atención de grandes mayorías de lectores con una literatura digna y preocupada por algunos de los temas de todos los tiempos: la sensualidad y el paso irremediable del tiempo. Y dos, porque a la vez que novelista de éxito fue un teórico de la economía. Este es uno de los aspectos que suele olvidarse de Sampedro. Lo conocí personalmente a principios de la década de los ochenta para encargarle un libro para la editorial para la que trabajaba entonces. Se trataba de rescatar un texto que había publicado unos años antes: La inflación, un tema sin lugar angular en los tiempos que corrían, con una inflación galopante en nuestro país del alrededor del 25%. No sé si el equipo económico del primer Gobierno de Felipe González reparó en su existencia: pero no cabía duda de que eso, la inflación, era uno de los asuntos más angustiantes de los españoles por ese tiempo. Y ya que estamos en esta materia, no nos vendría mal recordar que el ahora flamante premio Nacional de las Letras es también autor de libros señeros en su especialidad, como Las fuerzas de nuestro tiempo y Lecciones de estructura económica. Dio clases, además, en las universidades de Madrid y Manchester.
Una de las últimas novelas que publicó fue La senda del drago (2006), una novela para mí no demasiado lograda en la que sin embargo no descuidaba su pasión por la actualidad política más urgente y su sentido de la solidaridad humana más explícita. La novela no era todo lo redonda si la comparábamos con Octubre, octubre (1985) o La vieja sirena (1990). Sampedro escribió estas novelas como una búsqueda del pasado en el presente y viceversa. Tuvo que ceder al formato de la novela histórica pero lo hizo asumiendo toda la complejidad de la condición humana en su búsqueda de la felicidad total. Para ello no escatimó el tejido denso, el peso de lo mítico y lo simbólico y la fuerza del amor incondicional. Historia y mito se cruzan en esta novela. Dialogan ambas instancias en busca de una clave que les revele el mundo. No es menor en la novelística de Sampedro la importancia del oficio para enhebrar las voces narradoras, contagiar al lector la sensación palpable de la irrealidad y la fantasía. Y, sobre todo, convencerlo de la importancia crucial de la pasión por la pasión.
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