"Un manual para vivir con la derrota"
Leonard Cohen levanta con 'Old ideas' un monumento al 'blues' más exquisito - "Uno de los grandes privilegios de mi vida fue oír a Morente traducir mis canciones"
La compañía discográfica en pleno y una docena de periodistas esperan al maestro canadiense en la sala dorada de un hotel de lujo de París para escuchar con él su último disco, Old ideas. En una pantalla de plasma se ve la portada, una foto suya sentado en el jardín de su casa, vestido como los Blues Brothers. Cuando Leonard Cohen traspasa el umbral, suena una ovación. El músico, de 77 años, va tocado con su sombrero, de ala más corta que su nariz. Se lo quita y se inclina para saludar. Debe de pesar 55 kilos. Con su vozarrón grave, dice: "Gracias por venir, algunos desde tan lejos. No voy a miraros mientras escucháis para no controlar vuestras caras de aprobación o rechazo. Luego hablamos". Se sienta y cierra los ojos. Pasará así los siguientes 40 minutos, sin mover ni un centímetro del largo cuello. El disco, mejor decirlo ya, es un monumento dividido en diez tomas que probablemente entrará en la historia del blues más exquisito.
"Sé muy bien que la edad tiene mucho que ver con mi actual libertad"
"Estoy agradecido a mis maestros por sufrir depresión solo en pequeñas dosis"
"No entiendo la reencarnación, pero me convertiría en el perro de mi hija"
"Para verme como un seductor de damas, necesito mucho humor"
La primera canción dice Leonard, lazy bastard (vago cabrón), Cohen recita, casi susurra, muy despacio y a caballo de un coro casi gospel femenino y de un piano que transporta a un viejo club de blues. El texto es fabuloso. Habla de amor, tragos, dolor, depresión, sacrificios, regresos a casa, recuperación: "Un manual para vivir con la derrota", dice. Ironía, sarcasmo, flagelación. Y vida recobrada.
El segundo tema tiene cierto aire de corrido y country. Más canción que recitado. Sobre melancólicos violines mexicanos, y hay un solo de trompeta final escalofriante, el tempo y el quejido remiten a la hondura de Tom Waits y Rancapino. "Tell me what you want me then, hey man". "¡Dímelo otra vez cuando los restos del carnicero se hayan limpiado en la sangre de la tierra!". La emoción dura siete minutos, y de ella se pasa a estos escalofriantes versos: "Enséñame el lugar al que quieres que vaya tu esclavo, enséñame el sitio donde empezó el sufrimiento". Entre efluvios dylanescos (de Bob Dylan y de Dylan Thomas), Cohen afirma en otra de las canciones: "No tengo futuro, el pasado durará pero la maldita oscuridad también".
Hay banjos, baterías de aire jazzy, platillos, recitados eróticos, guitarras españolas y ternura de cazalla y de coñac. El órgano Hammond preside la despedida. "Tú quieres cambiar la forma en que hacemos el amor, yo prefiero dejarlo como está". Es el tema loco del disco, Cohen parece a punto de arrancarse a una marcha desenfrenada, pero al final se contiene, como siempre.
Acaba la escucha de las diez sublimes piezas y suena otra ovación. Más fuerte que la primera, da paso a las preguntas. Un periodista de Radio France charla con el genio, y Cohen dice que él es su "juez más severo", pero que está "contento de que nadie se haya ido en mitad de la audición". Como Woody Allen, cuenta que se siente espléndidamente en Francia y en Europa: "Aquí la tradición de mi música se entiende desde hace generaciones, no tengo nada que explicar. Con el público de Estados Unidos tengo una sensación menos familiar que en Europa".
La siguiente, inevitable, es sobre el retiro, sobre su afición semirreligiosa a vivir alejado del mundo, en un monasterio rodeado de hielo. Su representante contará luego que el viaje a Europa ha estado a punto de cancelarse porque Cohen salió a subir montañas heladas y se cayó, por suerte, sin romperse nada. El hombre cree que que Cohen saldrá de gira este año. Pero, ¿podrá aguantarla?, le pregunto. "Tenemos miedo por la banda no por él. Es un toro".
"Me gusta poco lidiar con las urgencias de la vida real", dice él. "Sé muy bien que la edad tiene mucho que ver con mi actual libertad, y también sé que a medida que te haces viejo se van muriendo las neuronas de la ansiedad. Mi retiro, y mi maestro, no tienen nada que ver con la religión, sino con el estado de la naturaleza de las cosas, con la relación que mantienen los objetos y los sujetos. No hay dogma, ni rezos, se basa en análisis personales. Es más bien científico. Quizá el bienestar depende de la disciplina. Aunque creo que depende más del estado de las neuronas de la ansiedad".
¿Y a su edad, todavía aprende cosas? "Uno nunca se libera de su propia estupidez", responde con un deje de sátira. "Nuestra incompetencia siempre nos da nuevas oportunidades para humillarnos, y esa realidad nunca es mala para el intenso y doloroso proceso de autocrítica".
Surge el tabú: la depresión. Cohen lo lidia con arte: "Es una cosa seria, no es lo mismo que tener una mala cita con una chica. Mi pasado ha estado marcado por una depresión clínica muy larga. No alcanzas el placer, todas tus estrategias se derrumban. Ahora estoy muy agradecido a mis maestros y a la suerte por tener solo una depresión en pequeñas dosis. Parece que aquella ya no vuelve con la ferocidad que marcó gran parte de mi vida. Aparentemente, se fue. Espero que no vuelva más".
Luego, una periodista israelí pregunta por su reciente concierto benéfico y por la paz, en el que hubo 55.000 personas. Cohen, poco militante, aclara que lo hizo para explicar que la música es "una de las pocas cosas que permite comunicarse entre palestinos e israelíes, y aunque no hay esperanza de llegar a una solución está bien hacer algo así de vez en cuando". Sobre el título del disco, confiesa no tener mucha idea de dónde viene, aunque apunta: "Había un par de temas viejos y todavía hay muchas cosas inacabadas en el cajón que seguramente haremos en un disco que saldrá más o menos dentro de un año. Sin la música se vive bien, pero he llegado a la conclusión, a regañadientes, de que voy a morir. Y esto a veces produce pensamientos. Espero que no sean demasiado morbosos".
¿Qué hará en la próxima vida? "No entiendo bien el proceso de reencarnación pero no me gustaría convertirme en el perro de mi hija".
Llega el turno del sur y le preguntan por su amor a las músicas de raíz, el flamenco, el fado, el blues, y por este Old ideas que suena más hondo y alegre que casi todos los anteriores. "El blues, sel fado, el flamenco, el country, la música popular griega, esas músicas son las que más me han gustado siempre y a las que siempre vuelvo en busca de la estabilidad emocional. Uno de los primeros discos que compré era de Amália Rodrigues. No podía permitirme comprar muchos, y lo escuché una y otra vez, me emocionó. Adoro el flamenco, y cuando nadie me ve me atrevo a tocar un poco con la guitarra. Uno de los grandes privilegios de mi vida fue oír a Enrique Morente traduciendo mis canciones al lenguaje del flamenco en Omega".
"Morente fue el mejor cantaor de su generación", prosigue, didáctico. "Adaptó todas las influencias musicales al flamenco sin sacrificar su significado ni su pasión originales. Debo decir también que el cante que me dedicó Duquende en Asturias me emocionó hasta la médula. El flamenco me sigue emocionando".
De modo que Old ideas es un manual para vivir con la derrota. "Las canciones operan en distintos niveles. Sirven para el corazón y las derrotas, aunque a veces también es útil lavar los platos. Para curar el dolor y dar vigor, la música es lo mejor. Y para el sufrimiento y el amor. No creí estar en ese estado cuando escribí estas canciones, pensé que estaba de buen humor. Pero es verdad que la cualidad de la tristeza está en todas las canciones que nos gustan si las cantamos despacio. Incluso el Jingle bells o el cumpleaños feliz de Marilyn pueden ser tristes y eróticas a la vez. La música es como el tofu: se impregna del material que tiene cerca. Y su impulso erótico cura la depresión y la soledad. Todas las canciones buenas hacen eso. Pero déjenme decirles que para verme hoy como un seductor de damas necesito una gran cantidad de sentido del humor".
Las 'viejas ideas' de Cohen en la nueva adaptación de Sabina
Joaquín Sabina ha realizado una adaptación abierta de los textos de Leonard Cohen con motivo de la publicación del nuevo disco del canadiense, Old ideas. Show me the place (Dime un lugar) es la primera canción que se pudo escuchar del álbum. Lo que sigue es la traducción que el autor de 19 días y 500 noches ha hecho de la letra que adorna uno de los mejores temas del trabajo de Cohen, el primero en siete años. Show me the place es un blues calmado y elegante.
Dime un lugar
donde quieres que vaya tu esclavo,
dime un lugar
puede ser que se me haya olvidado,
dime un lugar
he perdido mi cresta de gallo,
dime un lugar
donde quieres que vaya tu esclavo
Vino un alud
de problemas, salvé como pude un hilo de luz,
una ola, un rabo de nube
entre cadenas,
me apuré por quererte al dictado,
entre cadenas
te adoré como adora un esclavo
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.