"El mal y el bien existen"
Entrevista con el sociólogo Alain Touraine
Alain Touraine lo tiene claro: "El mal y el bien existen. El bien es lo que permite al hombre vivir de manera humana. Eso significa ser respetado, no ser humillado, ser reconocido como igual en derechos al margen de si uno es un campesino peruano o un premio Nobel de Física". La afirmación le lleva a proponer objetivos sociales: "Hay que reconstruir una sociedad en la que las instituciones tengan la capacidad de crear espacios de reflexión. Un hombre es su trabajo, su familia, pero debe tener distancia respecto a eso. Y esa distancia puede desaparecer si tengo que trabajar como un animal, si se destruye mi conciencia porque me tratan como un animal". Más allá de los últimos relativismos de moda, Touraine sostiene: "Es bueno un acto que defiende mi capacidad de actuar de manera reflexiva. No por mi estatus social, sino como individuo portador de un sujeto universal".
Es la tesis de su último libro, La mirada social (Paidós), sobre el que hace varios días impartió un seminario y una conferencia en Barcelona, invitado por el Institut d'Estudis Catalans. El mundo ha cambiado mucho en las últimas décadas, dice el reciente premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, galardón que comparte con Zygmunt Baugman. Las viejas palabras ya no sirven para entender el presente. "El mundo cambia incluso geográficamente", explica. "No sabemos si Europa, dentro de 50 años, será un continente atrasado o avanzado, porque no tenemos crecimiento, mientras que el resto del mundo sí lo tiene: África y China incluso muy fuerte. Se necesita que los intelectuales den un primer mapa, lleno de errores, pero que indique lo que ocurre. Eso supone que quieran hacerlo, lo que implica resistir a la búsqueda de la celebridad, del dinero. De venderse a empresas de publicidad, por ejemplo. Y no es tan fácil. Hay que tomarse muy en serio la responsabilidad de los intelectuales. Pero estos tienen que pensar los cambios: los tecnológicos, la destrucción de los grandes regímenes totalitarios. Procesos de transformación muy profundas que afectan a la vida cotidiana de la gente".
En cierto sentido, afirma, el mundo vive hoy "desorientado". "Cuando hablamos de la realidad social empleamos palabras que ya no entendemos. Si digo 'democracia', cualquiera entiende que es lo contrario de autoritarismo. Pero nadie sabe lo que significa democracia. Ni siquiera ciudad. No es lo mismo una de 30 millones, Tokio, que Barcelona o París. Son categorías diferentes. Nadie sabe de qué sirve la escuela, la cárcel, qué es la familia. No hay respuestas aceptadas para eso. Hay que reinventar las categorías básicas para comprender la realidad".
Y entre esas categorías, Touraine recupera la de sujeto. El sujeto es el ser humano dueño de sus actos. Así lo explica: "En el pensamiento moderno llega un momento en el que no se puede evitar el actor. Hay un sistema con su lógica interna, por ejemplo el capitalismo, que se dirige hacia una crisis definitiva inevitable. La globalización de la economía es mucho más que su internacionalización. Deja el mundo económico fuera del alcance de cualquier actor. La crisis de 2008 tiene una lógica perversa: hay un sector financiero que se desinteresa totalmente de las inversiones y la economía, y convierte el beneficio en la única meta. Lo social desaparece. Está deshecho, sin sentido. De forma que hay que plantearse si hay una fuerza que tenga la capacidad de resistir a ese mundo económico global".
Crear mecanismos de comprensión de la sociedad que permitan la resistencia frente a esos poderes es, insiste, una de las tareas de los intelectuales hoy.Y concluye: "En cierto sentido, volvemos a la Ilustración: los derechos humanos, la dignidad, el ser humano como portador de derechos universales. La igualdad como base de la democracia, pero con carácter universal".
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