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Reportaje:

El lector como detective

Ricardo Piglia gana el Premio de la Crítica con 'Blanco nocturno' - El galardón de poesía fue para Juana Castro

Javier Rodríguez Marcos

"¿Qué es robar un banco comparado con fundarlo?" Más de una vez ha dicho Ricardo Piglia (Adrogué, 1940) que esa frase de Bertolt Brecht es "la mejor definición de la serie negra". Él la puso al frente de su novela Plata quemada (1997) -adaptada al cine por Marcelo Piñeyro- y funciona impecablemente como un puente inesperado entre los altos problemas sociales de la economía y el bajo entretenimiento que a priori propone un subgénero literario con más lectores que prestigio.

Ayer Blanco nocturno (Anagrama, 2010), la cuarta novela del escritor argentino, que arranca con una intriga policiaca, obtuvo el Premio de la Crítica española, fallado en Cáceres. El galardón, destinado a cualquier obra escrita en castellano y publicada en España, no tiene dotación pero mantiene todo su prestigio en un país en el que hay más premios que días para entregarlos.

Piglia vive entre Princeton (EE UU), donde es profesor de literatura, y Buenos Aires. Por teléfono desde la capital argentina, el escritor decía sentirse "sinceramente" horado por un premio que tenía como finalistas a autores como, entre otros, Mario Vargas Llosa, Marcos Giralt Torrente, Fernando Aramburu o Luis Mateo Díez: "Admiro mucho a Mateo Díez".

Autor de novelas, cuentos y ensayos, Ricardo Piglia fue durante años editor de una célebre colección de género negro. No es, pues, casual que muchos de sus ensayos estén atravesados por la idea de que la novela policial es "la gran forma ficcional de la crítica literaria". Para su autor, la sugerencia no ha perdido vigencia: "Los escritores somos el criminal que esconde las huellas mientras los críticos tratan de desvelar un crimen oculto. Hay un cierto modelo de lectura en el género policial que se parece mucho al de la crítica".

Aunque Blanco nocturno no tarda en desviarse del género negro para transitar "otros tonos", Piglia subraya que siempre le ha interesado la escritura como investigación: "Es una forma narrativa muy poderosa, y el policial la ha llevado a la perfección, pero no es exclusiva suya. Me interesa un narrador que empieza sin saber y un lector que avanza con él. Un género es como un soneto: luego hay sonetos buenos y malos".

Fiel a su naturaleza impura, Blanco nocturno podría leerse perfectamente como una novela familiar. "Para mí la familia es muy importante", explica, "porque la de mi madre es muy numerosa y estaba llena de personajes: el tío tarambana, los solteros, el que se fue nadie sabe a dónde. Siempre me intrigó el modo en que se contaban distintas versiones del mismo hecho". Y luego estaba su propia madre como modelo literario: "Era muy buena como narradora porque nunca juzgaba. Si había un primo mío que se convertía en asesino en serie ella decía: 'siempre fue nervioso'. Un narrador no debe juzgar a los personajes".

Los juicios quedan al margen de la ficción, donde un relato es muchas veces leído como un símbolo de otra cosa. De una época, por ejemplo. Y en Blanco nocturno esa época son los años setenta. "Esa década está siendo muy discutida en Argentina. Culminó con la horrible dictadura", cuenta. E insiste: "No querría que la novela se lea alegóricamente porque cuenta una historia concreta. Pero también es cierto que hay en ella una tensión que en Argentina es histórica, un desnivel entre el mundo rural y el desarrollo industrial de Buenos Aires. Algo que ya está en la idea de Sarmiento de civilización y barbarie. Para él la barbarie era el campo".

Con todo, la lectura alegórica es algo que persigue a Piglia desde que se consagró en 1980 con Respiración artificial, leída como una gran metáfora de la dictadura militar (1976-1983). "Lo importante no es el tema sino los efectos de algunos hechos sociales y políticos en la vida cotidiana". Por eso dice que sigue siendo "clave" en su obra una vieja relación que T. S. Eliot expresaba así: "Teníamos la experiencia pero perdimos su sentido, y acercarse al sentido restaura la experiencia". Piglia apostilla: "Lo que más me ha preocupado como escritor es esa relación y qué sentido tiene, pero no la vida en general sino una vida. Ese es el mundo de la novela, la vida privada".

Por su parte, el Premio de la Crítica en la categoría de poesía recayó en Cartas de enero, un libro inédito incluido en la antología Heredad (Fundación José Manuel Lara), de la cordobesa Juana Castro. Los galardonados en el resto de las lenguas estatales fueron, en catalán, Jordi Puntí -narrativa por Maletes perdudes- y Anna Montero -poesía por Teranyines-; en gallego, Víctor Freixanes -narrativa por Cabalo de Ouros- y Marga do Val -poesía por Acidade sen roupa au sol-; y en euskera, Arantxa Urretabizkaia -narrativa poer 3 Mariak- y Miren Agur Meabe -poesía por Bitsa eskuetan-.

El escritor argentino Ricardo Piglia, fotografiado en Madrid en 2007.
El escritor argentino Ricardo Piglia, fotografiado en Madrid en 2007.ULY MARTÍN

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.
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