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Reportaje:

El hombre que se negó a hablar

'Interrogatorios' reúne los valientes testimonios de Dashiell Hammett durante la caza de brujas - Otro libro recopila los casos de su personaje Sam Spade

Elsa Fernández-Santos

Como su popular detective Sam Spade, Dashiell Hammet también tenía un aire ligeramente diabólico. Era por su cara, en forma de V, diría él. Las cejas muy pobladas, la mirada altiva, el gesto cínico concentrado en las aletas de la nariz y una sabiduría a ras del suelo que le permitía desenvolverse con soltura por los peores ambientes de su tiempo. Por lo demás, Hammett -exdetective de la agencia Pinkerton que también presumía de no saber nada de las mujeres mientras se las metía sistemáticamente en el bolsillo- demostró en su vida que además de inventarse junto a Raymond Chandler la novela negra tenía una personalidad compleja que se sostenía sobre firmes convicciones.

La entereza moral que demostró durante los años que fue hostigado de manera implacable por la caza de brujas se respira hasta el ahogo en las páginas del libro Interrogatorios (Errata Naturae), que recoge por vez primera en castellano los testimonios de los dos juicios (el primero en 1949 y el segundo en 1953) a los que fue sometido por sus supuestas actividades antiamericanas, el último de ellos con el propio Joseph McCarthy contra él. Lacónico como su célebre detective (cuyas andanzas recopila RBA también ahora en el volumen Todos los casos de Sam Spade), Hammett se acogió una y otra vez a la Quinta Enmienda de la Constitución al verse acorralado ("Rehúso responder a la pregunta porque la respuesta podría incriminarme", repite como un extenuante leitmotiv a lo largo de las páginas del libro). El tribunal se empeñaba en que se confesase comunista y delatase a otros.

Fue enviado a prisión en 1951 por rehusar convertirse en un delator

Hammett fue juzgado y enviado a la cárcel en 1951 por negarse a declarar. Tenía 57 años. Salió de ella prematuramente envejecido, pero resistió un segundo embate contra los tribunales.

Hammett. Fue por no responder a esa pregunta por lo que fui a la cárcel, sí.

Sr. Cohn. Bien, déjeme preguntarle otra vez, ¿era usted fiduciario del fondo de fianza del Congreso por los Derechos Civiles?

Hammett. Rehúso responder a la pregunta porque la respuesta podría incriminarme.

Desde finales de los años treinta, Hammett era un objetivo del FBI. Entre 1938 y 1941 el escritor (que ya había publicado La llave de cristal, El halcón maltés, El hombre delgado y Cosecha roja) no solo apoyó públicamente el derecho al voto de los negros, también lo hizo por una mayor acción y presencia social de los sindicatos, iniciativas contra el despido de trabajadores por su ideología, los programas de acogidas de refugiados políticos, actúo activamente contra el fascismo y el nazismo, participó en protestas contra el Dies Committe (un grupo vinculado al Ku Klux Klan), firmó las protestas contra el trato recibido por los refugiados judíos en Gran Bretaña o un texto por la libertad de prensa en la radio impulsado por Dorothy Parker. En resumen, participó en decenas y decenas de actividades por los derechos civiles que el FBI recopiló en las 278 páginas del Archivo Hammett. Curiosamente su filiación política nació como consecuencia de la Guerra Civil española. En 1937, Hammett era un escritor famoso y rico que ayudaba a financiar con los beneficios de sus libros películas antifranquistas como The Spanish Earth y que firmaba "en nombre de la decencia y la humanidad" y contra el fascismo manifiestos de los Amigos Americanos de la Democracia Española.

Todas esas actividades le convirtieron en un peligroso sospechoso y arruinaron su vida. Pasó los últimos años acorralado por los tribunales, las penurias económicas y la enfermedad. En su terrible recta final le acompañó su compañera intermitente a lo largo de más de tres décadas, la escritora Lillian Hellman. Hammett fallecía de un cáncer en 1961 en el hospital Lenox Hill. El Archivo Hammett del FBI se cerraba con una página que hacía alusión a una última llamada, la de un agente al camposanto para confirmar que el escritor había sido enterrado.

Nada más lejos de la verdad. Hammett fue un ejemplo de una inquebrantable ética que hoy está por encima de los avatares políticos de la historia. Su heroica figura no ha hecho más que crecer con el tiempo. Sencillamente porque hay suficientes grandes escritores pero faltan los hombres capaces de perderlo todo por defender hasta las últimas consecuencias sus principios.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’
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