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La historia detenida

Dos generaciones: la de la Guerra Civil, con maestros como Agustí Centelles y Alfonso Sánchez Portela, y la de Bosnia-Herzegovina: Gervasio Sánchez, Santiago Lyon, Enric Martí, Sandra Balsells y Javier Bauluz. Entre ambas, el franquismo, el vacío, el silencio. La excepción a ese tiempo oscuro: Enrique Meneses y sus fotos en Sierra Maestra, con los Castro y el Che Guevara.

Están también nuestros muertos, los que se acercaron demasiado: Juantxu Rodríguez, Jordi Pujol y Luis Valtueña. Están los más jóvenes, los que se educaron en Afganistán e Irak (Emilio Morenatti, Sergio Caro, Álvaro Ybarra, Mikel Ayestaran), y en Somalia (José Cendón).

Cada fotografía es una historia detenida, un superviviente duplicado. La de Enric Martí fue tomada el 18 de noviembre de 1994 en Sarajevo: un francotirador, una bala, un niño muerto en la puerta del hotel Holliday Inn. Martí tomó la foto protegido por la distancia de la lente, el muro. Al revelar la imagen en su habitación -eran tiempos en los que se aún se revelaba- le llamó la atención la expresión. Sintió un escalofrío y comenzó a rebuscar entre sus fotos. Encontró una tomada en la Navidad de 1993. En ella estaba el niño jugando con la nieve, tirando bolas al fotógrafo. Ese nexo, esa excepción en una foto sin nombres se convirtió en una herida personal que aún perdura.

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Disparos contra la guerra

Los libros -los colectivos, también- sirven para rebelarse contra la desmemoria, la falta de espacio y el olvido de todos. Una foto como la que tomó Jordi Pujol en Sarajevo antes de morir en mayo de 1992 es una forma de inmortalidad.

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