De las glorias efímeras
La prestigiosa revista literaria británica Granta publica una lista de 22 escritores en lengua española menores de 35 años. En principio no tengo nada contra una lista que pretende de alguna manera erigirse, desde una vertiente anglosajona, en canon, supongo que provisional, pero canon al fin. Y como sucede con todo canon que se precie, tiene que dejar dentro a escritores con los que probablemente no comulgamos, y fuera a otros con los que nos pasaríamos toda una tarde, entre copa y copa, intentando averiguar por qué son tan buenos.
No conozco el procedimiento de su selección, una selección por definición polémica aunque no creo que arbitraria. No conozco sus fuentes, sus lectores (¿todos los ingleses que leen en español, junto a españoles bien conectados con la revista?). Estas preguntas no son gratuitas. Se la harán muchos lectores y, sobre todo, muchos editores.
No he leído a todos los autores que se citan. Pero aquellos a los que he leído merecen estar. Y aprovecharé la ocasión para leer a aquellos otros pocos autores que la lista me sugiere. La edad de 35 años supongo que es metódica. Y como tal me parece apropiada, porque permite sacar a la luz a un grupo de escritores que serán los que ya van empujando para dibujar una generación de reemplazo en el futuro. También debe de ser metódico el número de elegidos, aunque ya me cuesta más vislumbrar su operatividad. Ahora bien, independientemente de estas consideraciones, incluida cierta cuota de escepticismo que espero que no se confunda con descortesía ni con ningún cuestionamiento ético, la lista tal como es me parece una buena noticia. Y me lo parece porque integra a autores de un lado y otro del Atlántico. Y cuando hablo de integrar hablo de vincular mediante el lenguaje de la imaginación distintas instancias estéticas, estrategias narrativas, géneros como la novela y el cuento que comparten espacio en el universo global de la ficción. Nada hay tan diferente a una novela del argentino Andrés Neuman que una novela del español Javier Montes. Ni nada tan diferente a un cuento de la española Sònia Hernández que otro de la argentina Samanta Schweblin (entre españoles y argentinos, suman 14 de los 22). No es mi intención echar más leña al posible fuego de las menciones y omisiones, pero no puedo dejar de alegrarme de que el chileno Carlos Labbé forme parte de este enigmático canon. Y Paola Oloixarac. Y Andrés Barba. Y Alberto Olmos.
Para terminar me gustaría encontrar alguna cita que reflexionara sobre la gloria efímera o cosa parecida. Seguramente habrá alguna de Cervantes o de los poetas barrocos españoles, que de eso sabían bastante. O de Montaigne. Toda lista de este tipo siempre tiene un doble filo. La alegría de los que salen en ellas y la tristeza de los que no. Seguro que algún estoico latino nos informaría debidamente sobre esta tan humana materia.
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