La geometría estética de Balenciaga vuelve a casa
El Bellas Artes de Bilbao exhibe la obra de uno de los grandes de la alta costura
Quiere el destino que la primera exposición ambiciosa sobre Cristóbal Balenciaga (Getaria, 1895- Jávea, 1972) en el País Vasco sea original e imprevisible. Un quiebro con un rumbo más feliz que el de la azarosa historia reciente del maestro de la alta costura en su tierra natal. Pero igual de insospechado. A la espera de que la próxima primavera se abra (por fin) el centro monográfico en Getaria, el Museo de Bellas Artes de Bilbao inauguró ayer la muestra Balenciaga. El diseño del límite.
En todo caso, se trata de una exposición singular. No pretende ofrecer un análisis exhaustivo. Selecciona 35 trajes de alta costura de varias épocas de la carrera del diseñador más reverenciado de la historia de la moda, que trabajó de 1913 a 1968, pero que tuvo su época más gloriosa en el París de los años cuarenta y cincuenta. Una pequeña delicatessen sobre la que articular una interpretación de su obra. "No se trata de suplantar la labor histórica que Getaria tiene por delante", argumenta Javier Viar, director del museo de Bilbao. "No es una cronología detallada, sino un homenaje experimental a la figura de Cristóbal Balenciaga".
"Presentamos los vestidos sin cuerpo, colgados de la nada", dice Javier Viar
Ese carácter se sustenta en el montaje. En lugar de encerrarse en una sala concreta, los trajes recorren el museo y toman siete zonas de paso. Al pie de una escalera o en un pasillo salen al encuentro del visitante en una instalación concebida por el estudio de arquitectura barcelonés AV62, que desde 2008 trabaja en el interiorismo del centro de Getaria. Los trajes aparecen enmarcados por aros de neón o urnas de metacrilato. Realizados de forma artesanal, estos artefactos se han llevado buena parte del presupuesto de la exposición, que ronda los 390.000 euros. La idea es transmitir un aspecto fundamental en la filosofía estética de Balenciaga. Su ropa crea una coraza geométrica que dialoga con el cuerpo desde la distancia. Dejando un hueco cargado de misterio entre la piel femenina y la estructura que la cubre.
"Es un montaje significativo", apunta Viar. "Los encapsulados sirven para señalar el límite que establecía con la mujer. De ahí el título". "La instalación planteaba un reto de concepto", apunta Victoria Garriga, que forma AV62 junto a Toño Foraster. "No es una exposición antológica, sino una mirada reflexiva sobre la concepción que Balenciaga tenía del mundo. Las piezas se seleccionaron en función del espacio. Es una mirada en términos de creador y de artista, no como diseñador".
La otra "pata ideológica" en la que se apoya El diseño del límite es un texto de Viar que relaciona a Balenciaga con el arte geométrico de la posguerra, con Jacobsen o Mortesen. Para Viar, el modista buscaba un ideal platónico. Formas y conceptos puros -eternos- que trascendieran la realidad orgánica. En cierta forma, equipara sus vestidos a las cajas metafísicas de Oteiza. "Por eso hemos presentado los vestidos sin cuerpo. Como colgados de la nada. Sin necesidad del elemento orgánico para existir y tener entidad", dice Viar. En su discurso, los diseños de Balenciaga también se asimilan a los coleópteros, insectos con esqueleto exterior.
Aunque independiente, esta exposición guarda vínculos con el enrevesado proyecto de Getaria. Un museo dedicado al creador que ha sufrido incontables aplazamientos en la última década. Además de suscitar titulares de folletín, ha terminado en los tribunales y en una comisión de investigación del Parlamento vasco por supuestas irregularidades en la gestión del equipo anterior. El germen de esta muestra está en los 82 trajes que el Gobierno vasco depositó en el Museo de Bellas Artes en abril de 2009. Escapando de la polémica, la colección de Ramón Esparza -que antes custodiaba la fundación- acabó en Bilbao. "Una oportunidad que hemos aprovechado al vuelo, con muchísimo esfuerzo, para montar esta exposición", según Viar.
De esa colección proceden 11 de los vestidos expuestos. Otros 19 han sido cedidos por la Fundación Cristóbal Balenciaga y cinco, por dos colecciones privadas. Sonsoles Díez de Rivera, que en 2007 sucedió al controvertido Mariano Camio en la vicepresidencia de la fundación, confía que este sea el primer paso para alejar definitivamente el nombre de Balenciaga de lo turbio. "Cuando el escándalo estalló, quedé desolada", explica la hija de una de las mejores clientas del diseñador. Gracias a eso, Díez de Rivera mantuvo una estrecha relación con ese hombre hermético y austero, que cerró sus salones de alta costura en 1968 incapaz de enfrentarse a la banalización de su oficio. "Balenciaga era un ejemplo de elegancia, lealtad y ética. Es terrible que se vea ensuciado por algo tan desagradable".
Díez de Rivera es una de las pocas mujeres a cuyo cuerpo se acercó Balenciaga, ya que no solía probar ropa a las clientas. Así era de cerca ese "diseño del límite": "Te subías a un taburete. Él se sentaba a tus pies con la boca llena de alfileres. Miraba a la jefa de taller y empezaba a trabajar. Todo sucedía en un silencio sepulcral. Y con tres cortes y sin pronunciar una palabra te ponía encima algo absolutamente perfecto. Así era Balenciaga".
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