Esto no es ficción
Para cualquier frecuentador de librerías resulta un truismo la afirmación de que la novela, el género literario más vendido y más mediáticamente arropado, es la reina absoluta de la edición. Pero no siempre ha sido así, ni en todas partes. En España, por ejemplo, el relativo relajamiento de la censura durante el llamado tardofranquismo favoreció una eclosión de "ensayos" que se prolongó exponencialmente cuando, tras la desaparición física del dictador, regresaron las libertades. La gente, acuciada por la necesidad de entender, tenía prisa por acceder simultáneamente a libros e ideas que habían supuesto sucesivos hitos en la evolución normal de la cultura europea durante las tres décadas siguientes a la victoria de Franco, y cuya libre circulación había sido penalizada, censurada, interferida o limitada desde los aparatos represivos del Estado.
Los setenta contemplaron, al mismo tiempo, la ampliación de la "trastienda" clandestina de las buenas librerías (alimentada con producción argentina y mexicana) y la aparición de una pléyade de editoriales -como Anagrama y Tusquets, que recogían el testigo de otras como Fundamentos, Ciencia Nueva, Alianza, Tecnos, Taurus o Ariel- decididas a suministrar lo que la gente demandaba y en cuyos catálogos la ficción era un elemento inexistente o secundario.
Hoy las cosas son diferentes. En el mundo anglófono abundan las opiniones pesimistas acerca del adelgazamiento del mercado para lo que llaman quality non-fiction, es decir, para esa enorme amalgama de obras de géneros, asuntos y temáticas muy diversos -pero no necesariamente académicos- que entre nosotros se incluirían en el más limitado marbete de "ensayo". Libros que se caracterizan, en todo caso, por estar respaldados por un trabajo serio de investigación y escritos con cierto grado de sofisticación literaria. Las ventas de esos libros caen y, en agobiante círculo vicioso, sus tiradas se reducen y sus precios aumentan. Mal asunto: al menos para los que no se ocupan de temáticas de actualidad o no están avalados por firmas conocidas. Lo que conlleva efectos secundarios: al igual (pero en menor escala, todavía) de lo que sucede en otros países, también en el nuestro se vienen produciendo remodelaciones o "licenciamientos" significativos en sellos non-fiction de algunos grupos editoriales.
La no-ficción padece una crisis emparentada con la del periodismo. Factores culturales de alcance -desde el descrédito del intelectual a la revolución de los hábitos lectores en la era digital o a la tiranía de la cultura de la gratuidad- conspiran con otros económicos (recesión, recorte de presupuestos bibliotecarios) para que esas obras experimenten de modo especialmente cruel la inapelable "censura del mercado". En muchas mesas de novedades han dejado su sitio a los recuentos de celebridades televisivas, a "ensayos" de usar y tirar, o a deyecciones iletradas de variopintos personajillos, perpetradas en un santiamén a cambio de anticipos que nunca soñarían autores que se demoran varios años en publicar sus ideas e investigaciones. Hasta los profesores se han dado cuenta de que resulta más rentable escribir novelas históricas: sobre Hipatia o sobre conspiraciones más o menos vaticanas, qué más da. Los que publicaban a Ortega o Marañón hacen caja con Risto Mejide, y todos se lo piensan mucho a la hora de atiborrar los almacenes con "no vendidos" de calidad. El fondo es casi un sueño.
Ésa es la pintura pesimista. Y se supone que una columna de diario debe terminar con la otra visión. Bueno, pues ahí va: a pesar de todas las crisis siguen surgiendo -incluso con la que está cayendo- sellos independientes (a veces diminutos) que conceden importancia a esa no-ficción de calidad hoy en retroceso, incorporándose heroicamente a la nómina de las buenas editoriales "de ensayo". Conocen su nicho de lectores y van a por él con libros de calidad y mercadotecnia imaginativa. No son el futuro: ya están aquí y nos necesitan. Pero, aún más, nosotros a ellos.Los que publicaban a Ortega o Marañón hacen caja con Risto Mejide. El fondo es casi un sueño Muchas mesas de novedades han dejado sitio a 'ensayos' de usar y tirar o a deyecciones iletradas
Babelia
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