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Columna
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El éxito del anonimato

"At 94, she's the hot new thing in painting", titulaba The New York Times. A los 94, ella, Carmen Herrera, desconocida hasta ayer, es la "nueva cosa" que triunfa en las galerías de Manhattan sin que hasta la fecha hubiera vendido más de un cuadro.

Llamar a este fenómeno la "nueva cosa" es la definición exacta. Es decir, la definición de la indefinición, porque lo que sucede con las artes, al igual que con otros asuntos que merecen aparecer en los media, no es la calidad de la materia en cuestión, sino la cuestión que despierta la chocante extrañeza de la materia.

Desde luego, la celebración de lo extraño o novedoso no es nada nuevo en el arte. La diferencia radica en que aquello que llama hoy la atención no es tanto el rango del objeto como la rareza del sujeto. La señora Herrera pinta minimalismo o suprematismo desde siempre, pero sólo ahora tiene 94 años después de pasar 70 en el anonimato.

La mágica condición para triunfar sería que no vale ser un tenaz profesional al uso o incluso un magnífico profesional
Es como la señal de un nuevo periodo en que la posible excelencia nacerá, explosivamente, del montón

Siguiendo el modelo científico, la obra admirable recibía el calificativo de profesionales que, dominando el oficio, discernían sobre su carácter innovador.

Sin embargo, el caso de la señora nonagenaria, estrella ahora en las galerías de Manhattan, remite al de la feísima Susan Boyle, que de ser cantante en una perdida iglesia escocesa saltó a la fama mundial tras interpretar I dreamed a dream en un programa de la televisión británica. Con estos dos ejemplos, muy seguidos, se refrenda acaso la pertinencia de todas las operaciones triunfo y se abre, además, una tendencia inédita en la obtención del éxito artístico. Una tendencia que se fija mucho más en la persona que en su obra o, en todo caso, que no habrá obra de arte, literatura o concierto excepcionales si el autor no desconcierta.

Con esto, la mágica condición para triunfar sería que no vale ser un tenaz profesional al uso o incluso un magnífico profesional. El profesional/profesional se encuentra muy desacreditado, se trate de un juez, un político o un taxista. Quien se expresa con justeza o conduce bien es un tipo común que no se gana la vida a partir de un título. El amateur tiene hoy todas las de ganar, se trate del periodismo haciendo blogs, se trate de la crítica de libros practicando el boca a boca o del ensamblaje de muebles a través de Ikea.

De la misma manera que todas las instituciones sufren el mayor descrédito, el profesional carga con la sospecha de pregonar esto o aquello por intereses espurios. En el amateur se hallará, en cambio, el camino de la verdad de la misma manera que en la fruta, la carne o las verduras su verdad no procede de la marca, sino del cosechador sin dirección ni nombre.

El amor por lo natural ha llevado a estas conclusiones en casi todos los aspectos de la vida. Pero también el auge del saber de los wikis ha hecho creer que el conocimiento no reside en una cabeza científica, sino en la interacción de las multitudes expresadas en Facebook y en todas las demás webs revueltas.

El éxito de dos mujeres (mujeres y no hombres; más naturales ellas) tanto en el canto como en la pintura es como la señal de un nuevo periodo en que la posible excelencia nacerá, explosivamente, del montón y la mejor golosina emanará del tufo anodino de la muchedumbre.

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