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Reportaje:

Las esquelas de la memoria

75 años después, un colectivo de artistas empapela Badajoz con recordatorios funerarios de los 1.518 asesinados durante una matanza de la Guerra Civil

Daniel Verdú

El obispo se presentó aquella mañana en la vivienda provisional del teniente coronel Juan Yagüe para interceder por las vidas de los hermanos Pla. Pero el militar golpista no concedió un milímetro.

-Señor obispo, para que usted siga viviendo como lo hace, gente como ellos debe morir.

Así que cuando al día siguiente las dos criadas llegaron a los calabozos de Badajoz para llevarles el almuerzo, el guardia civil las mandó de regreso y les dijo que no iban a necesitarlo. De nada sirvieron a los hermanos las influencias burguesas, su honestidad con los vecinos o que Yagüe, cuando entró a sangre en la ciudad, prometiera que si se entregaban no serían represaliados. Ellos forman parte de una imprecisa y, a veces, legendaria lista de nombres que pereció en la carnicería de Badajoz entre el 14 y el 20 de agosto de 1936. Una matanza de la que se cumplen 75 años y que Left Hand Rotation, un colectivo de artistas, ha reivindicado colgando por las calles de la ciudad las esquelas de los 1.518 muertos que el historiador Francisco Espinosa logró documentar en su libro La columna de la muerte. La intervención, dicen, es un homenaje a las vidas perdidas, no una reivindicación política. Forma parte de una exposición que puede verse en la diputación de Badajoz y que incluye pinturas de Gonzalo Sáenz de Santamaría y poesías de Sergio Román.

Tras el episodio unos enloquecieron y otros juraron no volver nunca
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El pasado jueves el centro de la ciudad pacense amaneció empapelado con los nombres de esos 1.518 muertos, suelo numérico que, según lo que el propio Yagüe confesó al periodista del Chicago Tribune Jay Alllen, pudo alcanzar los 4.000. Obreros, panaderos, farmacéuticos, políticos o jornaleros. Todos sus nombres mezclados y alineados en idénticas esquelas que rogaban una oración por su alma. La violencia de aquel episodio y el trauma que todavía soporta una generación convirtieron la propuesta de las esquelas en un imán de curiosos, portadas de la prensa local y comentarios. "Eso no debe removerse" o "ahora qué más dará", "el 36 me queda muy lejos" o "me alegra que se haga". Pocos ignoraron las muertes impresas en negro sobre los muros.

Para otros, la herida es tan profunda que el interés por la anécdota se diluye en la magnitud de la tragedia personal. Como en el caso de Luis Pla, hijo y sobrino de los dos hombres asesinados aquel 19 de agosto cuando él tenía 11 años. Hoy tiene 86, y las esquelas de sus familiares han sido, por casualidad, las primeras que el servicio de limpieza ha retirado. "Está bien que se recuerde la masacre que hubo aquí y al maestro mundial de los genocidas, ese tipo ridículo llamado Francisco Franco", pide Pla en el despacho de su casa, a las afueras de Badajoz. A su familia le arrancaron aquellas vidas y le confiscaron la fortuna. Cuando Yagüe continuó su cruzada por España, lo hizo montado en un precioso Dodge que tomó prestado del taller de los hermanos que acababa de asesinar.

En la calle del Obispo, en la de la Bomba o en la de Ramón Albarrán, por donde dicen que bajaba un río de sangre hasta la plaza de toros, quedaban el viernes algunas esquelas de ese episodio que sigue incomodando en la ciudad, gobernada por el PP. Los escenarios son importantes en el recuerdo, y el cementerio donde fusilaron e incineraron en fosas comunes a las víctimas es crucial. El Ayuntamiento sustituyó con dinero del Plan E su histórica tapia, cuyos agujeros de bala recordaban el suceso. Se dijo que era por contaminación visual y seguridad. Pero indignó a una parte de la ciudad y a un sector de historiadores que, sin éxito, recogió firmas para impedirlo. La plaza de toros, macabra albero de fusilamientos y de exagerada leyenda propagandística sobre la crueldad franquista, fue derribada para levantar un aséptico centro de convenciones. Y eso lo hizo el PSOE.

"El tema del 14 de agosto sigue maldito en Badajoz, y se asume así por todos, derecha e izquierda. Sigue habiendo un trauma. Se ha rechazado el recuerdo porque estorba a todos. Fue una provocación que la izquierda acabara con la plaza de toros. Luego, claro, el PP se permitió hacer lo del cementerio", explica el historiador Francisco Espinosa, a quien la iniciativa de las esquelas agrada por lo que tiene de provocación. "Aunque yo no hubiera mezclado muertos de ambos bandos".

Tras aquel episodio y las tremendas crónicas con las que algunos periodistas retrataron la barbarie, unos enloquecieron y otros, como el cronista portugués Mario Neves, juraron no volver nunca a Badajoz. "Quiero dejar Badajoz cueste lo que cueste, prometiéndome a mismo que no volveré nunca. Jamás se presentará un acontecimiento tan impresionante como el que me ha traído a estas tierras ardientes de España y que ha logrado destemplar completamente mis nervios", escribió. Como él, muchos han preferido no volver a aquello jamás. Pero las esquelas de Left Hand Rotation, y otras iniciativas llevadas a cabo por historiadores o abogados como José Manuel Corbacho, devuelven a Neves y a todos a aquel absurdo escenario 75 años después.

Vecinos de Badajoz miran varios carteles con los nombres de algunos de los muertos de 1936.
Vecinos de Badajoz miran varios carteles con los nombres de algunos de los muertos de 1936.OTO MARABEL

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes
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