Un dramaturgo que trata de explicar el mundo
El teatro documental de David Hare, plato fuerte en Escena Contemporánea
"La gente joven hoy va más al teatro en Inglaterra. Quizá no sean muchos los que acudan a una representación de La gaviota, pero ese público ha regresado a las salas porque tenemos autores que escriben sobre la sociedad contemporánea". La cita puede resultar provocadora por el ninguneo que supone para el intocable Chéjov, pero en el ánimo de David Hare, uno de los grandes dramaturgos británicos de las últimas tres décadas, sólo está el reivindicar un concepto del oficio que "forme parte del debate sobre el estado de la nación y mantenga un diálogo con los autores vivos", explica Hare en su estudio de Hampstead, barrio del norte de Londres, favorito entre las élites intelectuales acomodadas.
"Me siento como Balzac al ejercer el papel de notario de la sociedad"
Construyó 'Vía dolorosa' a partir de testimonios de israelíes y palestinos
Tan apreciado como controvertido por su irreductible posición izquierdista, este cronista de la sociedad que le ha tocado vivir, y cuya temperatura moral mide en sus obras, agradece el homenaje que a partir de esta semana le rinde el Festival Escena Contemporánea en Madrid. Hare (St. Leonard, Sussex, 1947) avalará la puesta en escena de cuatro de sus piezas con la participación en un coloquio previsto hoy en el Centro de Arte Reina Sofía.
Su nombre es apreciado también entre los cinéfilos como director de largometrajes y su rúbrica en los guiones adaptados de películas como Heridade Louis Malle), El lector o Las horas, ambas de Stephen Daldry.
El versátil sir David encarna ante todo al principal autor de teatro político del Reino Unido. Su producción ha escenificado el desmoronamiento de las instituciones más emblemáticas, desde la sátira sobre la Iglesia anglicana (Racing demon, 1990) o la denuncia sobre el deterioro del sistema legal (Murmuring judges, 1991) hasta la financiación irregular de los partidos, comenzando por el Nuevo Laborismo, al que ha dedicado tres de sus obras.
Rehúye la etiqueta de teatro político ("en el fondo todo el teatro lo es") que, a su entender, ha llevado a algunos críticos a "encarar mi trabajo de una forma estúpida, caracterizándome como un propagandista e impidiendo que mis obras puedan tener vida en sí mismas". Que Hare no encaja bien los peros a su trabajo es uno de los cotilleos recurrentes en el mundillo. Estamos ante una de las vacas sagradas de la escena británica; también ante un autor que ha volcado en el teatro su declarada obsesión por tomar el pulso al mundo de hoy: "Hay tanto sobre lo que escribir en este siglo, y los temas son tan ricos que me siento como Balzac al ejercer el papel de notario de la sociedad".
"Un dramaturgo trata de entender la crisis financiera" es el explícito subtítulo de su última obra, The power of yes, en cartel durante la presente temporada londinense. Pieza de teatro documental (cuyo impulso en Reino Unido debe mucho a Hare) para escribirla leyó decenas de libros y se entrevistó con banqueros, académicos y políticos. La propuesta ha defraudado a quienes ven en ese género un cuestionamiento de la capacidad de ficción del medio, pero el dramaturgo contraataca sin pestañear: "Mi teatro es una mejora de lo que la prensa debería hacer" y, además, "la experiencia de una velada en el teatro (analizando cuestiones de rabiosa actualidad) es mucho más profunda que cualquier periodismo".
Construyó los cimientos de Vía Dolorosa (1998), un monólogo que se interpretará en el marco de Escena Contemporánea, a partir de los testimonios recogidos entre israelíes y palestinos durante su primera visita a Jerusalén y los territorios ocupados. "Quise aportar la visión de un no creyente, pero hace 10 años era más fácil escribir sobre las dos partes del conflicto", dice Hare ante la creciente radicalización de posiciones. Los espectadores españoles tendrán la oportunidad de conocer al Hare más intimista en The secret rapture y Skylight, así como su celebrada La habitación azul, adaptación de la serie de escenas sexuales concebidas por Arthur Schnitzler en Der Reigen.
Asegura que el cine ya apenas le tienta, porque el teatro -sobre todo el National Theater, que considera su casa- le ganó la partida: "Hubo un punto en que pude decidir entre ambos, a raíz del éxito de Herida. Pero entonces preferí escribir sobre la privatización de los ferrocarriles británicos [y sus nefastas consecuencias, en The Permament Way] y acabé diciéndole no a Spielberg".
Babelia
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