Lo descubrimos en 2009
- Hay que dar aguinaldo a los millonarios. Hace unos días, el Ministerio de Cultura hacía público el primer Premio Nacional de las (huy) Músicas Actuales. Se lo llevaba Joan Manuel Serrat, que se embolsará 30.000 eurazos. Se cumple así esa regla dorada de la presente era de las celebridades: nunca son suficientes los agasajos a los triunfadores.
Admirable el afán ministerial por condecorar a los genios olvidados de nuestra música popular. El planteamiento historicista, sin embargo, le quita emoción. Si comienzan con figuras que debutaron en los sesenta, cabe imaginar que los siguientes premiados serán Raimon, Miguel Ríos, Víctor Manuel, Paco de Lucía, Morente, Ana Belén o -si se atreven- Paco Ibáñez. Y cuando mande el PP, le tocará a Raphael, Manolo Escobar o Julio Iglesias. Todos ellos, ya sabemos, artistas que necesitan algún reconocimiento más y una propinilla para llegar a fin de mes. No me sean ingenuos: ¿dónde se específica que el Ministerio de Cultura deba alentar a los creadores del tiempo presente?
Las editoriales españolas se dedican a traducir la novela negra más aburrida del momento
- Aquí no se retira nadie. Para 2010, se esperan reapariciones-a-lo-grande de Harry Belafonte y Mose Allison. Ambos tienen 82 años. Ambos vuelven bajo la tutela del eficaz Joe Henry, conocido en Famosilandia como "el marido de la hermana de Madonna". Aterra pensar que, en algún punto de la próxima década, la Ciccone llamará a su cuñado para que le produzca "un disco que suene auténtico".
- Cultiva con esmero tu mala fama. El veterano director de una revista musical londinense revela una de las pocas verdades que ha aprendido en su oficio. Lo prueba la experiencia, asegura: una portada con Keith Richards supone un pico en ventas, mientras que poner a Mick Jagger equivale a una segura bajada. Estamos fascinados por lo que pueda contar el guitarrista de los Rolling Stones, mientras nos aburre su cantante.
Se trata de un caso extraordinario de distorsión de las percepciones. O de persistencia en la construcción del mito. Se tiende a pensar que Jagger es un falsario, un narcisista que quiere seducirnos con su forma física y brillantez intelectual. Algo de eso hay pero, desde luego, no se toma tanto trabajo como Richards en perpetuar su leyenda. En verdad, Keith es un gárrulo británico, especie muy habitual en nuestras costas: alguien que fastidia cualquier comida con capas de salsa HP. Un rufián que supo jugar bien sus cartas y ahora es protegido por las mismas fuerzas policiales que antes se esforzaban por cazarle. Sin su guitarra, resulta un vividor profundamente vulgar. De gran interés para la ciencia médica, eso sí.
- Se puede abusar de los 'fans'. Uno se sentía raro al manifestarse disidente del entusiasmo que genera AC/DC, celebración multitudinaria del mínimo común denominador en música, letras y espectáculo. Pero parece que ya detectan ese olor a desidia los seguidores más militantes del grupo. Hablo de esa fauna que les sigue por tres continentes. Hasta ellos se cansan: en www.acdcfans.net solicitan desesperados a la banda para que varíe el repertorio; en su última gira, tocan cada noche las mismas canciones en el mismo orden.
- Cuidado con ordeñar la vaca hasta el agotamiento.
Hacia otoño de 2010, las editoriales españolas descubrirán que ya no quedan plomizos autores escandinavos de novela negra por publicar; ninguna esperanza de un nuevo Millennium. Antes de que caigan en la depresión, una sugerencia: miren hacia el país de origen del género. Asombrosamente, no se traduce -o se hace de mala manera- a los herederos de Chandler, Hammett o Cain.
- La industria musical ya no es la más corrupta de todas.
Primero, por simple desinflamiento. Segundo, sus trapacerías empequeñecen al lado de lo que vamos sabiendo del submundo del cine subvencionado. Tercero, si quieren conocer un negocio pringoso, investiguen la alta gastronomía y su máquina publicitaria.
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