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Reportaje:

Un descenso a las simas de la memoria, el terror y sus víctimas

Reyes Mate analiza las consecuencias de la violencia en 'Tratado de la injusticia'

Javier Rodríguez Marcos

En un mundo en el que cualquier historiador de la filosofía pasa por filósofo, Reyes Mate, vallisoletano de 69 años, es un pensador que recurre lo justo al prestigio tranquilizador de las citas. De ahí que se enfrente sin muletas a asuntos tan incómodos como la memoria, la justicia o la reparación de las víctimas. Dos años después de ganar el Premio Nacional de Ensayo con La herencia del olvido (Errata Naturae), este investigador del CSIC y miembro de la comisión gubernamental sobre el futuro del Valle de los Caídos publica Tratado de la injusticia (Anthropos). El libro dedica varias páginas a la violencia terrorista y el reciente comunicado de ETA no ha hecho más que duplicar su actualidad.

"Hay que reparar lo reparable y hacer memoria de lo irreparable"
"Durante siglos, en Occidente lo prestigioso fue la violencia, no la paz"
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VIOLENCIA Y DOLOR

En la Casa de América de Madrid, donde durante años ha dirigido el encuentro Pensar en español, Reyes Mate responde a una pregunta urgente cuya larga respuesta no admite el reposo de la bibliografía: ¿cómo hacer justicia a las víctimas del terrorismo? "La cuestión de ETA no puede reducirse al delito porque el terror no es solo un delito, además genera una culpa", matiza. "Hacer justicia no es solo cumplir la ley sino reparar daños que están fuera de ella. A eso se refiere la justicia de las víctimas. Hay que reparar lo reparable y hacer memoria de lo irreparable, no se puede pasar página. Por eso es tan importante el relato que desde la paz se construya de una historia marcada por la violencia".

Para Reyes Mate, el terror produce también un daño social porque divide la sociedad "entre los que lloran los crímenes y los que los celebran. Además, la empobrece porque la priva de las víctimas, pero también del victimario, que acaba siendo un delincuente, alguien inútil para la sociedad. Hacer justicia significa hacer frente a ese doble daño". De ahí, dice, la importancia de la reconciliación, un gesto que pasa por recuperar a las dos partes. ¿Cómo? "A la víctima, reconociéndole sus derechos. Para recuperar al victimario lo primero que tiene que reconocer este es que su acción no fue un gesto heroico, que cometió un crimen. El segundo paso es que entienda que solo puede rehacer su vida en tanto resuelva su relación con el crimen que cometió. El tercer paso es el perdón, que es gratuito pero no gratis. Eso sí, si se exige hay que estar dispuesto a concederlo".

Autor de títulos como Memoria de Auschwitz, Medianoche en la historia o Justicia de las víctimas. Terrorismo, memoria, reconciliación, Reyes Mate subraya que "la simetría entre víctimas y presos es injustificable", lo que no le impide recordar que también el Estado produjo víctimas: "Las víctimas son independientes de las ideologías, pero el Estado tiene mecanismos para juzgar sus propios excesos, mientras que por parte de ETA no se conoce nada parecido. Y hay otra diferencia. Los actores del GAL no se presentan políticamente como defensores de una idea de España basada en sus acciones. Si lo hicieran responderíamos como lo hacemos a los que del otro lado utilizan la violencia para justificar una política. Las ideas quedan contaminadas por las acciones violentas. Y ese es otro tema que tiene por delante el nacionalismo. El medio contamina el fin".

Según el filósofo, forzar la simetría es "buscar una coartada para no enfrentarse a la propia violencia". En su opinión, los que asumen la muerte del otro como un crimen son los que han entendido lo que él llama la cultura de la víctima: "ETA y su entorno no se han enterado de lo que ha ocurrido en los últimos 20 años en el mundo, la emergencia de las víctimas, que es un fenómeno reciente. Víctimas ha habido siempre. La historia se ha construido sobre ellas pero se las ha invisibilizado, se les ha quitado importancia, eran el precio inevitable del progreso. Lo nuevo es que se han hecho visibles y tienen una significación propia que lo cuestiona todo".

Relacionando los temas que le han ocupado en las últimas décadas, Reyes Mate sostiene que quien entiende a una víctima debería entenderlas todas. "La paradoja es que aquí cada cual tiene las suyas", lamenta. "Hay quien es muy sensible a las víctimas de ETA pero guarda un respetuoso silencio respecto a las del franquismo". Y ahí surge una de las preguntas que atraviesa su nuevo libro: ¿qué supone tener siempre presente a la víctima? "Cuestionar la violencia en la política", responde. "En Occidente, durante siglos, el prestigio lo ha tenido la violencia, no la paz. Los intelectuales de entreguerras exaltaban la guerra como el lugar en el que se ponían en evidencia las virtudes viriles".

La violencia es la partera de la historia. Lo decía Marx y lo recuerda Reyes Mate, que en Tratado de la injusticia se detiene en las polémicas entre historiadores y filósofos a cuenta de la memoria, y en el caso de España, de la memoria histórica, a la que él prefiere calificar de política: "Los historiadores dicen que es algo subjetivo y sentimental, es decir, no produce conocimiento sino sentimiento. Es una mirada sentimental sobre el pasado, algo privado que no debe tener proyección política. La filosofía, entretanto, ha sufrido un desarrollo descomunal desde la visibilidad de las víctimas. Para la filosofía, la memoria sí produce conocimiento. Ha sido la gran aportación del pensamiento judío alemán de principios del siglo XX. Además, es política y pública, y es un deber. Esa es una aportación del pensamiento francés". Un giro, dice, marcado por los relatos de los supervivientes del Holocausto, un acontecimiento que marca para siempre la historia del pensamiento. De ahí su idea de que cuando sucede lo impensable surge también lo que da que pensar.

Respecto al caso español, Reyes Mate sostiene que en la Transición "se hizo lo que se pudo" dada la relación de fuerzas. "Y no se hizo mal, pero no se hizo lo que se debía. Ahora podemos hacerlo". Como miembro de la comisión encargada de pensar el futuro del Valle de los Caídos, él mantiene un hermetismo que se prolongará hasta después de las elecciones y remite a los objetivos que la impulsaron: "Hacer propuestas para transformar un memorial excluyente en un lugar de memorias compartidas". No oculta, eso sí, su defensa de mantener las huellas del pasado en calles y edificios, pero explicándolas: "Una ciudad es un libro abierto y hay que permitir la lectura de la historia. La solución no puede ser la simplista de dejar todo ni eliminar todo".

Cuando se le pregunta si el exceso de memoria no puede llegar a ser paralizante matiza: "Algunos supervivientes de los campos nazis necesitaron olvidar para vivir. Ahí está Semprún: la escritura o la vida. Hay que respetar eso. Otra cosa son los pueblos. La memoria forma parte de la identidad, y una de dos: o cultivamos la memoria respetando la de los más amenazados, las víctimas, o los poderes del presente se encargarán de hacer su política de la memoria. Memoria siempre ha habido. Decía Renan que no hay pueblo que se precie que no se invente un pasado. Y ese es el origen del nacionalismo". Reyes Mate subraya que el cuidado de las víctimas debe evitar el victimismo, "que es usar el sufrimiento de tus abuelos para potenciar tus intereses presentes". Dicho esto, insiste: "O creamos cultura de la memoria o nos harán política de la memoria. Pues cultura".

Reyes Mate.
Reyes Mate.BERNARDO PÉREZ

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.
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