Las calles de La Habana hechas tapices
El artista cubano Carlos Garaicoa hace una relectura privada del espacio público
Algunos trozos de las calles de La Habana se han convertido en finos tapices tejidos en talleres de Bélgica. El asfalto y el granito, las grietas, los chicles pegados y hasta alguna colilla se reproducen con fidelidad fotográfica en siete alfombras que el artista Carlos Garaicoa (La Habana, 1967), residente en Madrid, presenta en una impactante instalación en Matadero Madrid, dentro del programa de exposiciones Abierto por Obras. No son simples pedazos de suelo, todos ellos contienen palabras, frases. Parten de antiguos rótulos de comercios que Garaicoa transforma en consignas, metáforas o expresiones poéticas. De los almacenes El volcán, el artista escribe: El volcán estallará, iluminados esperamos. De la tienda La lucha: La lucha es de todos. Del cine Reina: Reina, destruye o redime.
"Eran espacios pensados para la publicidad", explica el autor. "He querido transferir ese espacio público, mediante un proceso de apropiación poética, al ámbito de lo privado. Me he preguntado ¿qué pasaría si estos suelos dijeran otra cosa?". El trabajo empezó con las fotografías de fachadas y suelos de la capital cubana. "Pensé primero en reproducirlos en los materiales originales, pero luego surgió la oportunidad de trabajar con el taller Factum Arte que fotografió digitalmente en altísima resolución cada centímetro de los lugares elegidos y luego de trabajar con las letras, lo enviamos a tejer a unos talleres en Bélgica". El resultado es de una asombroa fidelidad, con el añadido de la calidad sedosa del tejido convierte el paseo por encima de estas piezas (se exige descalzarse) en una experiencia de los sentidos.
La instalación en Matadero, en una sala dominada por columnas, consigue vencer a la imponente arquitectura. Son piezas realizadas específicamente para esta exposición y a escala real. Un engañoso trampantojo. "Quise trabajar sobre el suelo para que el lugar no se coma la obra", dice Garaicoa. "La idea es la de reescribir la ciudad, repensar el espacio y también la arquitectura. Al sacarlas de su contexto original se redimensionan. Es un trabajo que se encuadra dentro de cierto neoconceptualismo, en la discusión entre palabra e imagen. Al final se trata simplemente de objetos hermosos y efectivos de alto contenido simbólico. Es palabra en el sentido poético y también en el social porque se incita a la mirada crítica del individuo. El arte aisla la situación para que esa reflexión sea efectiva. Lo que me interesa es que la gente, al ver la exposición, se desvía unos cinco milímetros de su vida ordinaria".
El trabajo de escritura no ha sido sencillo. "Es difícil crear sentido de palabras como Reina, Lucha, Volcán", explica Garaicoa. De las siglas de la tienda Fin de siglo saca: Frustración de sueños, Fatalidad de saberes, Falsedad de sombras, Festines de sangre, Fin de silencio. Ésta última da título a la exposición. Sólo hay una que ha mantenido sin alterarla. El pensamiento. Una alfombra sobre la que se proyecta la sombra de un hombre en un tórrido día habanero. La exposición incluye también dos videos con imágenes documentales sobre estas calles y estos lugares.
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