"El arte del diccionario es copiar y mejorar. Y a veces hay cuchilladas"
Sabio de las palabras y su historia, Francisco Rodríguez Adrados (Salamanca, 1922) lleva 25 años elaborando el Diccionario Griego-Español, cuyo sexto tomo se presentó ayer en el Centro de Humanidades del CSIC. Con una conferencia y un cariñoso recuerdo a su compañero de la RAE Ángel Martín Municio, fallecido el sábado, Adrados abrió la exposición de diccionarios históricos, que, junto al ciclo de conferencias que esta semana alberga el CSIC en Duque de Medinaceli, 8, pone en situación esa obra suya que la comunidad filológica cita ya como una de las más importantes de su especie.
El diccionario va por la letra épsilon: algo así como un tercio del total. Adrados cree que llegará a los 18 tomos y que tendrá entre 200.000 y 250.000 lemas. Sabe que no lo verá acabado, "pero eso da igual, esto es un trabajo de equipo que alguien tiene que dirigir. Vendrán otros y lo terminarán".
'El Diccionario de la Academia está bien, pero es un resumen del de Autoridades"
Lo importante para él es reivindicar la belleza y la importancia del griego, "una lengua flexible y riquísima que sigue llegándonos a chorros: a través del inglés, en los términos médicos, astronómicos, matemáticos, biológicos, en los papiros que se siguen encontrando en Egipto... ¿Qué haríamos sin palabras como ser, diálogo, étnico, icono? Pues todas son griegas".
Pregunta. ¿Hay una tradición española de diccionarios así?
Respuesta. Bueno, los diccionarios fueron un invento de los griegos que sufrió un gran declive en la Edad Media. En el Renacimiento, Nebrija puso a España en la vanguardia, y luego los hugonotes Robert y Henri Étienne (Enricus Stephanos), unos fenómenos que redactaban y componían sus obras, inventaron la línea de los grandes diccionarios, que siguieron Schneider y Liddle-Scott. La tradición es ésa, la de la lexicografía occidental, que luego, en el XIX, se retomaría en Oxford. Así que está claro: el arte del diccionario es copiar lo anterior e intentar mejorarlo. Y eso a veces produce cuchilladas.
P. Nadie lo diría, parecen ustedes muy pacíficos.
R. El origen de los diccionarios eran los glosarios que resolvían palabras complicadas en los textos literarios griegos. Los diccionarios bilingües surgieron con la necesidad de viajar, con la apertura de Europa al comercio. Y en cuanto aparecieron los primeros, español-francés, inglés-francés, se copiaban salvajemente unos a otros, se insultaban en los prólogos... Stephanos, que hizo una obra maravillosa, exhibía las columnas que escribía en una plaza de Ginebra y daba dinero a la gente si encontraba erratas. Así que un amigo suyo, Scapula, le copió, hizo uno más pequeño que el suyo, y ganó mucho dinero. Stephanos escribió unos versos latinos atacando al traidor Scapula, "que me clavó la espada por la escápula", o sea por el hombro.
P. ¿Y a usted le envidian?
R. A los ingleses no les gusta que este diccionario que les supera sea en español y no en inglés. Pero eso no es culpa nuestra...
P. ¿Oxford ya no es lo que era?
R. Nada es lo que era. Antes los diccionarios los hacía uno solo, ahora necesitas equipos grandes. En Nancy trabajan 150 investigadores. En Oxford igual. En Múnich llevan 102 años haciendo el Thesaurus Linguae Latinae, un trabajo equivalente al nuestro... Aún no han acabado. En Pisa hay muchos científicos y bases de datos... Quizá es que esto es también empresa, hay problemas económicos y laborales, no es fácil de llevar... La gente se marcha, y es difícil reclutar y enseñar a otros. El griego está cada vez menos presente en los programas de letras, y en el bachillerato... Como además no es un trabajo brillante, sino más bien oscuro, la gente prefiere escribir un artículo y firmarlo. Algunos los hacen como churros. Para el currículo. Les luce más. ¿Pero cómo firmas un lema si ahí meten sus manos pecadoras montones de gente?
P. ¿Cuáles son las fuentes de su diccionario?
R. La literatura exquisita, las setenta filosofías, los documentos privados que aparecen en los papiros de Egipto, textos burocráticos y económicos, las fórmulas mágicas, matemáticas o astrológicas, las cartas de un hijo a un padre pidiendo dinero, los pleitos, los contratos entre particulares que compraban una cabra, las palabras fantásticas que inventaban los curas, algunos autores de los que jamás se sacó el léxico... Lo más humilde y lo más elevado.
P. ¿Pero cuántos son ustedes?
R. Cuatro fijos y 14 contratados. Pero no podemos dominarlo todo. No va a ser un diccionario exhaustivo, harían falta 50 tomos. Y no hay tiempo ni dinero.
P. Sobre todo si siguen apareciendo papiros en Egipto.
R. La gente leía, el clima es seco y no se pudren. Los rollos, lo que llamaban volumen, papiros enrollados, eran sobre todo literatura de consumo: fábulas, antologías de máximas... A los grandes los leían menos. A Platón lo salvaron los platónicos. Y los trágicos que nos han llegado estaban en las antologías de las escuelas. Los demás se perdieron.
P. ¿Y qué tipo de lengua es el griego?
R. Muy inventiva, muy fantasiosa, muy rica, muy creadora. No paramos de encontrar hápax, palabras testimoniadas una sola vez. Ellos no tenían un cajón detrás para ir sacando palabras, como nosotros con el inglés, el latín y el griego. Debían inventarlo todo, pero tenían una facilidad terrible para construir palabras por derivación, por composición... Cada autor hacía crecer fabulosamente la lengua con neologismos, y gran parte pasaba al latín por los emigrantes sirios o palestinos y por los intelectuales bilingües...
P. ¿Y cómo se esfumó?
R. Al final se perdió como primera lengua. El latín lo suplantó en Occidente. Pero en Oriente venció. Todo el imperio bizantino hablaba griego, pero llegaron los árabes, los turcos, los eslavos, y se fue reduciendo a lo que era al principio, a Grecia. Aun así, sigue siendo muy influyente. Chusma era los que remaban en las galeras. Gobernar y cibernética vienen de la palabra griega piloto... Póliza es griego. Los elementos más vivos del castellano son griegos. Los sufijos (ico, ismo, ista...), los prefijos (anti, filo...). En Homero había sólo dos "icos", ahora hay miles. El griego es el espinazo de la lengua culta y científica.
P. Hábleme un poco del diccionario de la Academia.
R. Desde el Diccionario de autoridades de los fundadores de la RAE hubo un bajón terrible. El empuje de aquellos hombres era tremendo. Hicieron cuatro tomos con citas en 13 años, de 1726 a 1739. ¡Y muy moderno, con palabras americanas! Después vino la decadencia cultural. Queda el DRAE, que está bien pero es reducido, no deja de ser un resumen, sin citas aunque mejorado 22 veces, del de autoridades. Ahora, con los bancos de datos, quizá mejoremos. Ya sé que no es correcto decirlo, pero no podemos compararlo con el Oxford.
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