Una actriz libre
El nombre de Margarita Xirgu está inmerso en la leyenda del teatro y aureolado por los perfiles del mito, pese al destierro de nuestra escena. La memoria colectiva reconoce que su voz y su gesto fueron el vehículo cultural del mejor teatro de su época.
En plena niñez dejó la escuela por un taller de pasamanería. La aprendiza, acabada su jornada laboral, asistía a la universidad popular, que eran los ateneos obreros. Allí se doctoró, integrada en el cuadro de aficionados al teatro. Adolescente, empezó a protagonizar papeles de mujer. Interpretó el teatro catalán, desde el drama al vodevil. Se interesó por el teatro contemporáneo europeo y lo introdujo en su amplio repertorio: Zola, Wilde, Ibsen, Bataille, Hoffmansthal, Pirandello, Sardou, Shaw, Rice...
A Xirgu, intuitiva, audaz, pasional, de grandes recursos creadores, cuando llega a Madrid, en mayo de 1914, la crítica la saluda como a la actriz moderna e innovadora. Y no defrauda. Apuesta por formas de expresión anticonvencionales: Valle-Inclán, Pérez Galdós, Unamuno. Y por los nuevos valores, de la Generación del 27: García Lorca, Alberti, Casona.
La actividad de Margarita desbordó las fronteras del universo femenino de su tiempo. Fue una mujer libre. Su actuación constituyó desde sus principios un desafío a las normas tradicionales escénicas. En plena dictadura de Primo de Rivera (1927) estrenó el drama lorquiano Mariana Pineda. En sus personajes rozó, en ocasiones, sus propias creencias religiosas, como en Fermín Galán, protomártir de la República (1930). Alberti, a la Virgen (Xirgu), le hacía recitar con brío: "Yo defiendo a la República y a los revolucionarios / ¡Abajo la monarquía!..". Éste y otros parlamentos provocaron la noche del estreno un escándalo sin precedentes. Ella se siente obligada a servir a su otra religión: el teatro. Su apuesta por la estética interpretativa, con opciones ideológicas, como preconizaban Piscator y Brecht, la llevaron a menudo a situaciones conflictivas, que asumió conscientemente.
Xirgu vivió la última etapa de su singladura artística en Latinoamérica: Cuba, Colombia, Perú, Chile, Argentina, México y Uruguay. Fundó y dirigió escuelas de arte dramático. Particularmente en Uruguay, la actriz catalana desarrolló una valiosa labor dramática y pedagógica, despertando inquietudes y orientando vocaciones. Desde el fusilamiento de Lorca, Margarita, que había sido la piedra angular de su teatro ("Debo a Margarita cuanto he logrado en el teatro"), su culto al poeta-dramaturgo se convertirá en una de las razones de su vida. Colaboró con Guillermo de Torre cuando la editorial Losada emprendió la tarea de reunir su obra completa. Xirgu ayuda a localizar las copias de los manuscritos que conservaban los intérpretes. Aquellas primeras obras completas aparecerán en 1939.
Como actriz y directora teatral mantuvo el gusto por el riesgo. En Buenos Aires estrenó El malentendido, de Albert Camus. A los tres días Perón le prohibía la obra. Años más tarde se interesaría por Las criadas, de Genet. En agosto de 1949, la actriz intenta regresar a España. Periodistas castellanos y catalanes franquistas le recuerdan un pasado unido a dramaturgos que califican de marxistas, entre ellos Lorca.
Antonina Rodrigo es biógrafa de Margarita Xirgu.
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