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Los achaques de la Gran Esfinge se agravan con agua subterránea

La escultura se deteriora rápidamente sin que se pueda frenar el proceso

Jacinto Antón

El hombre teme al tiempo, pero el tiempo teme a las pirámides, reza el popular dicho. Bien, pero la Gran Esfinge, centinela inmemorial de las tres grandes montañas artificiales de los faraones en la meseta de Giza, sin duda teme al tiempo: está acabando con ella, royéndola como un gran perro a un hueso descarnado. El que posiblemente sea el monumento más emblemático de Egipto, símbolo universal de la antigüedad y arquetipo de misterio, sigue desmoronándose poco a poco sin que se encuentre un método eficaz para impedirlo. ¡Y eso que las restauraciones empezaron hace tres milenios y medio!: las realizaron los propios egipcios faraónicos y siguieron en tiempos grecorromano y romano.

Las restauraciones poco meditadas han causado enormes daños

A los daños por los bruscos cambios de temperatura, la humedad y la condensación, la continua erosión causada por el viento arenoso del Noreste y la contaminación del vecino Cairo, y a los enormes perjuicios provocados por malas restauraciones, especialmente la realizada a inicios de los pasados años ochenta, se suma ahora un inexplicado afloramiento de agua subterránea en los alrededores de la Esfinge.

El arqueólogo Bassam el Shamma ha alertado del problema, según informa Efe, y ha lanzado una campaña de concienciación en Internet bajo el lema Salvemos a la Esfinge. El Consejo Supremo de Antigüedades egipcio reconoce el problema de aguas en la cercanía del monumento y también que aún desconoce su procedencia.

Hace años que el Instituto Nacional egipcio de Geofísica advierte del impacto medioambiental en la zona, especialmente en lo tocante a los vertidos de aguas residuales, de las crecientes poblaciones vecinas -de hecho suburbios de El Cairo- y señala el aumento del nivel del agua subterránea causado por el nuevo sistema de alcantarillado instalado en el pueblo de Nazlet el-Samman, a tiro de piedra de la Esfinge y en el que viven 300.000 personas.

El nuevo asunto de los charcos de agua junto al monumento es sólo una advertencia más de que nos vamos a quedar sin Esfinge. La destrucción es, por supuesto, gradual, y llevará su tiempo acabar con la orgullosa figura leonina, pero lo que espanta es la inexorabilidad del proceso. Zahi Hawass, el responsable de las antigüedades faraónicas, es partidario, sin embargo, de no precipitarse y analizar bien las posibles medidas, pues se ha demostrado el enorme daño que han provocado los tratamientos anteriores poco meditados. En 1989, por ejemplo, hubo que retirar todo el cemento empleado en la restauración anterior por el efecto pernicioso en la piedra. Es muy probable que la Esfinge estuviera mucho mejor si nadie la hubiera tocado. Especialmente si no se la hubiese desenterrado. Uno de los remedios radicales propuestos desde hace años para salvaguardarla, aunque muy impopular y antiestético, consiste, precisamente, en colocarla bajo una cúpula de plástico transparente. Desde 1990 se monitorizan los factores del medio ambiente y en 1992 se organizó un simposio internacional para velar por la Esfinge.

No sabemos cuándo exactamente se construyó. La ausencia epigráfica ha facilitado el que los seudoarqueólogos hayan remontado su antigüedad a unos inverosímiles 10.000 años (y la supongan anterior a los propios egipcios y la doten de una cámara con secretos). En realidad, los expertos consideran, por cuestiones estilísticas, que la hizo construir Kefrén durante su reinado (2558-2532 antes de Cristo). Los constructores empezaron excavando una zanja en U y luego esculpieron el cuerpo en un bloque del lecho de roca. Mil años después de su construcción, la arena del desierto la había cubierto. Su primer restaurador fue un príncipe, el luego faraón Tutmosis IV. En época de Ramsés II hubo otros trabajos de restauración, pero luego la arena volvió a cubrir la estatua. Lo que explica que Heródoto no la mencione. Los romanos volvieron a desenterrarla y restaurarla -las piedras de ladrillo de las garras son de entonces-. Napoleón se la encontró tapada hasta el cuello.

Además de la erosión constante, en 1981 se desprendió la capa de albañilería de la garra izquierda, en 1988 cayó un gran trozo de piedra del hombro derecho. El deterioro actual es especialmente importante en el pecho... La Esfinge permanece, herida, en "la embriaguez de inmovilidad, de silencio y de nada" en que la describió Pierre Loti. Camino de disolverse en esa nada.

Un grupo de operarios trabaja en la restauración de la Gran Esfinge de Giza (2006).
Un grupo de operarios trabaja en la restauración de la Gran Esfinge de Giza (2006).reuters

"Padre del terror"

- Se cree que la Esfinge representa al faraón Kefrén como el dios Horus entregando ofrendas a su padre Keops, que es la encarnación de Ra.

- Las medidas del monumento son: 72 metros de largo por 20 metros de alto. La cabeza está a escala 30:1, mientras que el cuerpo de león -el símbolo del poder divino y real- a 22:1.

- No presenta ninguna inscripción. Los árabes le dieron el nombre de Abu el Hol, "padre del terror".

- Tiene 4.500 años. La nariz había desaparecido antes de que llegara Napoleón. La barba está en el British Museum.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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