Vanguardia rusa, entre verdades y mentira
La retirada de varias obras en Feriarte reaviva el debate sobre el dudoso mercado de ese periodo artístico
"El mercado de obras de la vanguardia rusa está desbordado de falsos y España se está convirtiendo en una de las plazas preferidas por los marchantes de piezas dudosas". Lo afirma el estadounidense William Cole, doctorado por la Universidad de Harvard, experto en peritaje de arte y miembro del comité de admisión de Feriarte, la feria de antigüedades celebrada recientemente en Madrid. Con una decisión destinada a levantar ampollas, Cole, encargado de verificar la autenticidad de los grabados y las obras de la vanguardia rusa, rechazó todas las piezas adscritas a esta escuela presentadas por la galería alemana Michael Nolte y admitió sólo una -un pequeño dibujo de Malevitch- de las ocho presentadas por la galería Barbié de Barcelona. De nada sirvieron las alegaciones, Cole se reafirmó en su opinión y los cuadros se descolgaron. "Tampoco atendió nuestra petición de discutir el tema", indica Manuel Barbié. Pese a presentar la documentación, tuvo que retirar una tela de Alexandra Exter, Nina Kogan y Vladimir Lebedev y dos de Liubov Popova e Ivan Puni.
Bonet: "Es una escuela resbaladiza, con muchas obras de pedigrí reciente"
"Los miembros del comité no tenemos que dar explicaciones, sino opiniones. Yo consideré que se trataba de obras aparecidas misteriosamente muchos años después de la muerte de sus autores", replica Cole. Afirma que consultó con toda una autoridad en el tema, el búlgaro Andrei Nakov, uno de los principales expertos en vanguardia rusa. Nakov, fundador de la Asociación Alexandra Exter, recibió los archivos y todo el material del taller de Exter a la muerte de Simon Lissim, heredero de la artista fallecida en 1948. A raíz del escándalo de Tour, cuando el conocido marchante francés Jean Chauvelin organizó la exposición Alexandra Exter et ses amis russes y las obras fueron confiscadas por falsas, la justicia francesa otorgó a Nakov derecho moral sobre la obra de la artista ucrania.
Nakov confirmó por teléfono su dictamen sobre Feriarte. "Las obras son dudosas. Hoy se utiliza mucho una trampa que se llama de catálogo razonado. Y muchas monografías recientes de la vanguardia rusa han sido financiadas por personas con intereses económicos en la autenticidad de los cuadros reproducidos", afirma. El estudioso desestimó la prueba del pigmento, esgrimida por los galeristas. "Raramente es definitiva".
Parece inevitable: no hay exposición sobre la vanguardia rusa que no implique polémicas. "Es un terreno resbaladizo, un tema controvertido. Muchas obras tienen pedigrí muy reciente y casi siempre es mejor ser prudente. Considero que Feriarte ha hecho bien en invitar, por primer año, a un experto en esta materia", afirma Juan Manuel Bonet, otro miembro del comité de admisión.
No todos están de acuerdo con la competencia del experto designado. "William Cole es profesor de grabado y libro medieval y carece de toda autoridad académica que justifique su dictamen", lamenta Barbié. "Es un especialista ágrafo, sin literatura sobre el tema. El arte ruso está sujeto a opiniones contradictorias", añade Victoria Combalía, comisaria de varias exposiciones de Barbié, incluida El desafío de la modernidad, en la que -según Cole- aparecen varias telas dudosas. "A diferencia de otras personas, yo no tengo ningún interés económico, mi único objetivo es proteger el mercado", concluye Cole.
Nakov y Cole también dudan de la atribución de dos obras de la colección cubista de Fundación Telefónica. Se trata de Le linge (1912), de Natalia Gontcharova, y Nature morte au livres et à la coupe de fruits (1914), de Exter.
La imprevista aparición en el mercado, a partir de la segunda mitad de la década de 1990, de un gran número de obras de esta escuela, desconocidas antes de los ochenta, ha disparado las alarmas. Se cuenta que las obras fueron escondidas por sus propietarios o confiscadas por el KGB, pero no hay ni un caso documentado de pinturas procedentes de los antiguos servicios secretos soviéticos. Según una encuesta del diario Le Monde, entre los galeristas de París es un secreto a voces que "los conservadores de los museos rusos firmaban certificados de autenticidad hace sólo 10 años por de 70 euros". Es cierto que después de la caída de la Unión Soviética, las principales instituciones artísticas, incluidas la Galería Tretyakov y el Centro de Restauración Grabar, entraron en el negocio de las autentificaciones. Y, aunque en 2006 el Ministerio de Cultura ruso prohibió expresamente a las entidades bajo su control expedir certificados, en las casas de subastas europeas se siguen vendiendo obras autentificadas por estas instituciones.
Los expertos concuerdan que las obras más seguras son las que han sido documentadas durante la vida de los autores. Aunque no todas son malas noticias: según Cole y Nakov, las pinturas de esta escuela conservadas en el Reina Sofía de Madrid son auténticas.
Babelia
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