Tintinesca, pero menos
José L. García Berlanga ha dicho, en las numerosas entrevistas que han punteado la promoción de la película, que Barrios altos se quiere libremente inspirada en el comic de línea clara, deudora del espíritu aventurero de Tintín, lo que equivale a relato imaginario, a veces inverosímil, pero siempre dotado de un gran lógica interna y de una progresión matemática a la que se someten unos personajes caricaturescos, de una pieza. Sobre el papel, sobre: guión, puede que Barrios altos fuera eso; pero, una vez convertida en película -es decir, una vez pasada la la historia por la sala de montaje-, el conjunto resulta un tejido liso, de colores uniformes, pero del que cuelgan varias hilachas. Eso, en una superficie rugosa y jaspeada, no tendría demasíada importancia, porque su atractivo radica precisamente en su capacidad para integrar elementos que no casan, pero sí la tiene en Barrios altos, que tolera muy mal que haya maletas que desaparezcan en un cambio de plano o que ciertos personajes no cumplan con las funciones que les asigna el estilo en que están dibujados. Dicho de manera un poco bárbara, un par de goterones de más en un Pollock escapan al ojo humano, pero esas mismas manchas de color en un Mondrian se convierten en obsesionantes.
Barrios altos
Director: José Luis García Berlanga. Intérpretes: Victoria Abril, Juanjo Puigcorbé, Carme Conesa, Lorenzo Santamaría, Mario Gas, Pepe Rubianes, Abel Folk. Guión: Lola Salvador Maldonado. Fotografía: Josep Maria Civit. Música: Bernardo Bonezzi.Española, 1987. Estreno en cines Capitol, Carlton y Minicine.
Actriz camaleónica
Barrios altos es un filme construido para Victoria Abril, la más camaleónica de las actuales actrices españolas. Aquí es una burguesita que se aburre y que se deja arrastrar por la fascinación de los bajos fondos, un mundo que, desde la bruñida y bien diseñada superficie en la que vive, ni tan sólo sospechaba que existiese. Si en El Lute se apodera de la película con tan sólo media hora de pantalla, aquí, con todo el metraje a su disposición, cabía esperar un recital, y Victoria no defrauda. Inocente, listilla, pija, simpática, frívola y tenaz, su Veróníca tiene momentos memorables, como esa enloquecida carrera urbana que culmina pidiendo a un mendigo 500 pesetas para un taxi. También se descubren como estupendos actores de comedia Carme Conesa y Mario Gas; ella, como la clásica amiga de la protagonista; él, como policía filósofo. En cambio, los personajes interpretados por Juanjo Puigcorbé, Pepe Rubianes y Albert Vidal están faltos de entidad. El primero es un amante que nunca aparece junto a su amada, ni tan sólo para reconvenirla por la vida peligrosa que lleva; el segundo, aunque tiene un buen gag final, no es el abogado turbio que debiera, y respecto a Albert Vidal, sólo puede decirse que anda falto de terreno, que Rastapopoulos siempre tenía grandes planes para apoderarse del mundo, y él apenas trafica con unas pocas cadenillas de oro.Las deficiencias de Barrios altos cabe atribuirlas a un error de cálculo inicial, puesto que esa media película perdida en la sala de montaje, esas páginas arrancadas al comic, debían convertir la cinta en una comedia de mucho más de dos horas, un riesgo excesivo para el cine español, tal y como lo prueba La mitad del cielo, otra película reciente que también dejó una gran parte de su historia en la cuchilla de la empalmadora. Es una lástima, porque García Berlanga es un debutante con sentido del humor; la fotografía es magnífica, y los actores, tanto los que han sido más cortados como los que han visto sobrevivir su personaje con apenas unos rasguños, están muy bien. Pero si hay razones industriales que explican lo sucedido, hay otras de tipo personal que quizá sean más interesantes, como es el error de creer que porque no se cuenta una historia sería no hay por qué comportarse seriamente con la historia. Barrios altos es un relato irónico e infantil, humorístico, sobre las andanzas de una niña bien en territorio hostil y envuelta por una complicada madeja policiaca. Que la protagonista tenga ciertas características y que la trama tenga muy poco que ver con la vida cotidiana, que los diálogos sean brillantes y haya periódicamente sorpresas, no autoriza a situarse en el terreno de la gratuidad. Si el montaje final es obra del cineasta o del productor, no lo sé, pero sí que traiciona el espíritu del proyecto y estropea una primera película repleta de detalles estimables.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.