"Soy un bufón que hace películas"
'Cinéclub', la última película de Shang, ha recibido cuatro nominaciones a los premios Gaudí
"Soy un bufón que hace películas", dice Salomón Shang (Barcelona, 1976), un director de cine un tanto atípico, procedente del mundo del circo y propietario de varias salas de exhibición en Barcelona. Su última película, Cinéclub, un "homenaje a las películas de arte y ensayo", estrenada a finales del año pasado ha recibido cuatro nominaciones a los premios Gaudí de la Academia de cine catalán: por mejor fotografía, dirección de producción, mejor actor secundario y, paradójicamente en un film rodado en Barcelona, en uno de sus cines, donde los personajes hablan tantas lenguas como se hablan en la ciudad, por mejor película en lengua no catalana.
Ahora se dispone a estrenar dos películas La llegenda de l'Innombrable, protagonizada por el mismo Salomón, Juan Luis Galiardo, Tony Corvillo y Clara Galí, una comedia negra basada en hecho reales, y El asesino a sueldo, que cuenta con un presupuesto de dos millones de euros y en que colabora de nuevo Galiardo así como Assumpta Serna.
Heterodoxo, inclasificable, Shang no acepta ninguna etiqueta. "La familia de mi madre es una familia de payasos muy reputada en España, los RudiLlatas, y la de mi padre, de equilibristas chinos, acróbatas. Soy un producto absolutamente cirquense y cuando se nace en una familia de circo se establece cual va a ser tu destino. En mi caso, por mi estructura, más de la familia de mi madre, porque no tenía la fortaleza de un acróbata, pues me tocó ser payaso".
Su modelo de director no es otro que el padre del spaghetti western, Sergio Leone, "un trabajador, un superviviente y un corredor del fondo del medio, justo lo que yo creo que tiene que ser un cineasta; los cineastas tenemos que ser ajenos al prestigio, no tenemos que preocuparnos. Hablar de cuestiones ajenas al esfuerzo, al valor y al sacrificio no es nuestro cometido".
Para demostrarlo ha construido una filmografía absolutamente inclasificable. Como documentalista restauró una entrevista con Carl Gustav Jung, uno de los padres de la psiquiatría, que se le hizo en Uruguay a finales de la década de 1940, después de localizar los rollos que unos cubanos se llevaron tras el triunfo de la revolución castrista. También realizó un documental sobre el rodaje de la mítica película de ciencia ficción Solaris, del ruso Andréi Tarkovsky, y de sus filias y sus fobias. También es responsable de varias obras de ficción.
Piensa que hacer cine no tiene una relación directa con el dinero. "Trabajo con gente de mi generación que hemos salido de la misma escuela y gracias a ellos he podido hacer lo que he hecho, porque estamos acostumbrados a trabajar con lo que tenemos; tanto si tenemos 5.000 euros de presupuesto como dos millones, que es lo que ha costado El asesino a sueldo".
Pero reconoce que la situación en la profesión "es terrible" y no tiene más que críticas para la nueva ley del cine que propugna Ignasi Guardans. "Nos explicó cual era su criterio. A partir de un presupuesto de un millón de euros, nos dijo, vamos a empezar a dar ayudas, porque películas de menos de un millón no tienen ningún sentido. Y añadió que cualquier documental, cualquier cosita que tenga algo de entidad tiene que costar más de un millón. Entendimos que este hombre no está en la realidad, que no ha entendido que aquí el cine va de otra manera. Documentales como En construcción costaron muchísimo menos de un millón. A partir de ahora sólo se van a hacer tres o cuatro películas grandes y punto. Y mucha gente lo va a tener muy mal. La única solución va a estar en las distribuidoras, que si quieren tener un producto nacional van a tener que hacer el esfuerzo que habían dejado de hacer".
Y sobre la ley del cine catalana y la cuestión del doblaje tampoco se corta. "El cine doblado al catalán no lo va a ver nadie. Perdón, rectifico: lo van a ver los padres cuando llevan a sus hijos. Un espectador de 40 años no va a ver una película doblada al catalán, pero si lleva a su hijo, podría hacerlo. Las únicas películas dobladas al catalán que tienen éxito son las infantiles, porque los padres hacen el esfuerzo y este es un dato empírico porque lo comprobamos en nuestros cines. Hay una presión muy fuerte por parte de la Generalitat. Pero no sale a cuenta ni siquiera para recibir subvención. Yo estaría de acuerdo en potenciar el cine en versión original catalana, pero no el cine doblado al catalán".
Sobre las salas de exhibición tampoco parece muy optimista. "En Barcelona no hay ninguna forma de cultura cinéfila y no importa si intentas innovar, no hay forma que la gente venga, no hay un interés real, y en este sentido tienen mucha culpa los medios, que no se hacen eco de prácticamente nada que no venga precedido de una distribuidora, de un sistema comercial clásico", asegura. Las que él regenta, aguantan como pueden. "Por suerte los Casablanca del Paseo de Gracia funcionan bien, pero los de la calle Girona los tuve que cerrar después de dejarme una fortuna intentando levantarlos. Ha cerrado el Maldá, ha cerrado el Boliche...
Pero no le importa, ni tampoco que le consideren inmaduro quienes ocupan las instituciones culturales. "No es infantil vivir en la inseguridad, dedicarse a un oficio en lugar de una carrera, a una idea en lugar de una institución. Es valiente y requiere valentía, algo que algunos no entenderán jamás". Y por si acaso, siempre tiene una salida a su disposición. "Soy una persona que nunca ha tenido mucho apego por nada, porque el hecho de criarse en un circo y vivir una existencia itinerante te hace no sentir apego y ser bastante libre, tengo curiosidad por saber lo que va a pasar". Y añade: "Voy a regresar al circo y volveré a hacer de payaso, porque pienso que tengo más posibilidades en ese sector".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.