"Savater, ¿te has convertido?"
El filósofo aborda la vida eterna y reniega del fanatismo en un libro
Las presentaciones de libros tienden a ser como misas; están el oficiante, dos diáconos, y enfrente, cuando se producen en una rueda de prensa, los periodistas son los feligreses. Y el libro suele ser la hostia que se ofrece. El famoso símil alcanzó ayer su punto exacto de metáfora porque el libro que se presentaba a mediodía en un hotel de Madrid era La vida eterna (Ariel), de Fernando Savater, el oficiante. Le asistieron, como presentadores, el teólogo Manuel Fraijó (que le preguntó a Savater: "Fernando, ¿te has convertido?") y el académico y psiquiatra Carlos Castilla del Pino (que dijo: "¿Savater convertido? Qué va").
Savater es agnóstico, e incluso ateo. Escribió el libro -"Una lúcida invitación a reflexionar sin miedo sobre la religión, la razón, la muerte y la vida eterna"- contra los fanatismos, que están ahora en la orilla y en el centro de todos los conflictos contemporáneos.
El filósofo Fraijó (catedrático de Teología y decano de Filosofía de la UNED) ha encontrado en Savater "cierta suavidad, como si se hubiera moderado, como si ahora fuera más mortecino", y le preguntó a bocajarro: "¿No será que te has convertido?". Antes de que el propio Savater dijera que siempre había sido "una persona muy moderada", Castilla del Pino descartó por completo que el oficiante se hubiera desviado un ápice de su actitud radical ante los fanatismos de las religiones, y en primer lugar frente a la católica, ante la que mantiene "el sarcasmo que la institución merece". Castilla está en la misma tesitura: "No siento nostalgia de haber perdido la sensibilidad religiosa". Con muchísimo respeto, eso sí, hablaron de las creencias; utilizaron (en el caso de Fraijó) la muerte como pretexto para ahondar en las perplejidades del hombre, y desgranaron tantos nombres (Kant, Camus, Platón, Muguerza, Aranguren, Unamuno...) que extrañó la invocación, cariñosa y reiterativa, del teólogo al descreído: "¡Esta vez no me pediste bibliografía [teológica]!". Savater no se quiso enmarañar en muchos libros.
Algunas veces se dijeron, en la presentación, algunos de los halagos al autor con los que se adornan siempre en algún momento estas ceremonias. Fraijó dijo que el libro "está estupendamente escrito", Castilla del Pino afirmó que Savater "es pluma y labia de gran calidad", y Savater se despachó como Juan Carlos Onetti cuando alguien le pidió que hiciera algo parecido al resumen del libro: "¡Si ya lo he escrito!".
Aun así, Savater ofreció claves: "Responde a mi perplejidad sobre las creencias, de dónde viene esa exigencia de creer". Habitante de un país católico, aumentó su perplejidad gracias a una frase de un soldado romano, que hizo escribir en su tumba, en la Bética: "Creo con certeza que no hay mañana".
La muerte
Habitado por frases que siempre retumban como un epígrafe, el oficiante dijo, hablando de la muerte: "La muralla de la muerte es de tal solidez que rebotan todas las preguntas". Y de la certeza: "Lo que ha entrado en crisis es el concepto de verdad".
Le preguntaron si quería hablar de De Juana Chaos. Ni hablar, "¿no puede haber espacios en los que se pueda no hablar de De Juana?". Por esa escalera subió a la historia. Hablando del reaccionarismo del Vaticano ("un Estado que no respeta los derechos humanos, los de igualdad de la mujer, los de igualdad profesional"), se fue a la nomenclatura de los papas, "¡y tan solo hubo una que era mujer, la Papa Juana, ¡pero no de Chaos!".
Un suplemento religioso que ayer mismo titulaba Educación para la ciudadanía, o lavado de cerebro le sirvió a Savater para arremeter contra las ansiedades de la institución católica por intervenir en la creación de conciencias. Ante ello, lo que el Estado tiene que hacer "no es firmar concordatos, sino romper. ¡Y eso que [la educación para la ciudadanía] es sólo una hora a la semana!". "El Estado ha de hacer ciudadanos, y no ha de hacer caso a la Iglesia, que no quiere ciudadanos sino feligreses".
Con el estilo que han hecho famosos sus libros, sus artículos y la labia de la que hablaba Castilla del Pino, Savater añadió a su reflexión: "Imagínense el día que Arabia Saudí influya sobre la educación en el Estado español... ¡Aún no pasa, pero denle tiempo!".
Se sirvió pato al agridulce de grosellas en un salón que era tan grande como el refectorio de un convento.
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