La verdad como mentira
Esta película cuenta un trágico suceso real que hace unos años saltó a las primeras páginas de los periódicos de Australia y alcanzó ecos en las agencias internacionales de prensa. Durante una acampada en una zona semidesértica del centro del continente australiano, un perro silvestre de la especie de los dingos, carnívoros habitualmente inofensivos para el hombre, rompió esta buena fama y devoró a un niño de pocos meses que dormía en la tienda de campaña de sus padres. Unos vagos indicios convirtieron a la madre en sospechosa de ser la asesina de su hijo y la mujer inició así un calvario, con proceso y condena incluidos, que terminó con el encuentro casual en el lugar del suceso de un resto de ropa del niño. Esto mostró que fue devorado por un dingo y la infortunada mujer fue rehabilitada del error judicial.Estos fueron los hechos, conocidos en todo el mundo y que por tanto no conforman una intriga que juegue con el secreto.
Un grito en la oscuridad
Dirección: Fred Schepisi. Guión: R. Casweil y Schepisi, basada en el libro de J. Bryson. Fotograria: 1. Baker. Música: B. Smeaton. Intérpretes: Mery1 Streep, Sam Neill. Australia, 1988. Estreno: cines Avenida, Bilbao, Velázquez y (en versión original) Albatros Príncipe Pío.
No hay enigma argumental en el filme, urdido para un público (el australiano) que conoce lo ocurrido. Por ello, su valoración correcta requiere conocimiento previo de los sucesoos en que se inspira. De ahí que los contemos, porque esto ayuda a entender los gruesos errores en que incurren los guionistas y el director. De antemano se sabe qué ocurre en la película, cuáles son las líneas de su desarrollo argumental y cuál su desenlace. Pero la historia es enfocada como si no fuera así, con recursos, a mitad de camino entre el melodrama y, el relato policiaco, de dilación argumental, lo que es un contrasentido casi absurdo, que convierte a hechos reales en y que, jugando con documentos verídicos, los degrada a Ficción considerada no como metáfora, sino como mentira.
El olmo y el peral
La actriz Mery] Streep -que se llevó injustamente por su muy experta, pero mecánica interpretación en Un grito en la oscuridad un premio en el pasado Festival de Cannes- dio involuntariamente la pista del engaño que hay en este filme al afirmar que "no pronuncié ni una sola palabra que aquella mujer no hubiera pronunciado, imité su acento, me peiné, vestí y calcé como ella". Y un esfuerzo de veracidad documental como éste se sumergió en un filme lleno de huecas resonancias de ficciones folletinescas, que juega al equívoco psicológico, que está atestado de subrayados sonoros marrulleros, tonantes, y que jamás logra ni una migaja de inmediatez, de credibilidad documental, sino que parece una mala urdimbre seudonovelesca, tan elemental y tan epidérmica como la de un mediocre telefilme sentimentalón.Pedir a Fred Schepisi que sea un nuevo Roberto Rossellini y elabore parábolas poéticas y morales sin salir de la lógica del documento puro -pongamos por caso la genial Alemania año cero- es ciertamente pedirle peras a un olmo. Pero exigirle que use métodos no mentirosos para contar una verdad es convocar a un peral para que produzca peras, lo que no es pedir demasiado. Ciertamente, el Schepisi de Un grito en la oscuridad es un peral que no da su fruto y que, por consiguiente, necesita un injerto o un cambio de función: que en vez de prometer frutos ofrezca sombras o que, si nada tiene que decir, se calle.
Babelia
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