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Una tradición cómica

Peter Sellers era el continuador de una tradición cómica típicamente inglesa, no adulterada seriamente por Hollywood, donde parece que la caricatura debe obtener adjetivos extremos, desde el subrealismo enloquecido de los hermanos Marx a la payasería extravagante de Jerry Lewis o el sarcasmo intelectual de Boody Allen. Sin ser mejor ni peor que ellos, Peter Sellers matizaba esos elementos con un distanciamiento objetivo que le acercaba más a la escuela de Alec Guinness -El quinteto de la muerte, por ejemplo, donde ambos actuaron juntos- que a las del payaso típico que se debe antes a la profundización de su personaje único que al servicio de una película.Salvo en la serie dedicada a la Pantera Rosa, Peter Seller interpretó, tipos muy diversos cuya conexión se puede establecer sólo a través de su inteligente elegancia, su asombrosa capacidad expresiva. No fue la habitual víctima de una sociedad incomprensible -como Chaplin, Keaton y Lewis- ni el anarquista rebelde que quiere revolverla -como los Marx, Allen, W. C. Fields-, sino un actor bueno «para todo» que llegaba a encarnar varias de las posibilidades creativas del género cómico en una sola película (caso de la extraordinaria Teléfono rojo, volamos hacia Moscú, donde Kubrick le utilizaba para representar al presidente de Estados Unidos, a un recalcitrante inventor atómico nazi, y, a un infeliz militar secuestrado por otro militar loco: quizá distintas facetas de un sólo personaje).

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De cualquier manera, tanto a través del famoso inspector Clouseau, perseguidor de panteras rosas, del despistado hindú de El guateque, del psiquiatra loco -¿Qué tal, Pussycat?- o en el malvado Quilty de Lolita, Peter Sellers fué uno de los cómicos geniales que han intentado colocarnos frente a un espejo donde contemplar la estupidez cotidiana y despertarnos as! reprimidas ternuras o una reflexión imprevisible. Llegando incluso a dirigir una película -Topaze, sobre la obra de Pagnol, en 1962-, esos intentos, alcanzaron el mismo compromiso de otros payasos colegas suyos (los grandes cómicos del cine han tenido siempre la necesidad de ser ellos mismos los directores de sus obras). Quizá no insistió más en la experiencia porque encontró en Blake Edward -director de la Pantera Rosa- su más fiel intérprete. Con él realizó la mejor parte de su carrera, aunque también Edwards perdió algo de su sutileza -La Pantera Rosa ataca de nuevo- para sustituirla por una gama chistosa más fácil y rápida, lo que llega a ser común a otros actores cómicos a los que la industria del cine quiere exprimir con prontitud y profundidad.

A.pesar de los vaivenes lógicos de una filmografía tan amplia como la suya, Peter Sellers logró unificarla con esos atónitos ojos que contemplaban el mundo sin entenderlo del todo, como sus colegas de estupor, esos cómicos geniales que cada día van dejándonos un poco más solos.

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