Radiografía en negro
El peruano Francisco J. Lombardi debutó en el cine comercial en 1976, aunque en España sólo se conocen sus trabajos a partir de Muerte de un magnate (1980), considerable truculencia basada en un episodio histórico y emitida por TVE, y sobre todo de La ciudad y los perros (1983), según la novela homónima de Vargas Llosa, cuyas innegables virtudes hicieron de ella un éxito comercial que convirtió a su autor en el más relevante de los realizadores latinoamericanos. En su siguiente Filme, La boca del lobo (1989), Lombardi volvía sobre el tema obsesivo de su filmografía: el análisis de su país, esta vez con Sendero Luminoso al fondo.En la misma línea de análisis se sitúa Caídos del cielo, gran premio de las Américas en el pasado festival de Montreal, y plena confirmación de las cualidades narrativas de su autor. El filme se ordena a partir de un centro, el relato de ese maestro escondido del cuento que es Julio Ramón Ribeyro Los gallinazos sin plumas (1954), al que se hacen algunas modificaciones. La inclusión de otras dos historias permite a Lombardi no sólo la evocación de temas que están también en el mundo creativo de Ribeyro, sino sobre todo colocar el resto de las piezas del puzzle social a modo de microcosmos cuyo escenario, Lima, resulta, como en la realidad, algo más que la capital del Perú: es el país mismo.
Caídos del cielo
Director: Francisco J. Lombardi. Guión: F. Lombardi, Giovanna Pollarolo y Augusto Cabada. Productor: Gerardo Herrero. Perú-España, 1990. Intérpretes: Gustavo Bueno, Marisol Palacios, Elide Brero, Carlos Gassols, Delfina Paredes, Nelson Ruiz. Estrenó en Madrid: cine Renoir.
Pobladores de un país
Los cuentos de Ribeyro hablan casi con ternura de pobres de solemnidad, de atildados, apolillados burgueses con ínfulas aristocráticas a los que la crisis ha reducido prácticamente a la miseria, de lunáticos pobladores de un país que, como el Perú patricio, está ya muerto. también de eso habla Caídos del cielo, sólo que lo hace con la radicalidad y la amargura que propicia la descomposición social, política y económica de un país al borde del abismo. En este sentido, el método que emplea Lombardi es el obligado por las circunstancias: un entorno así sólo puede ser descrito en clave de melodrama y de un humor negro cuya acidez congela la sonrisa en rictus macabro, y que más de uno comparó desde un primer momento con la herencia buñueliana.En todo caso, si una salvedad hay que hacer a este Filme airado, crudo, inclemente es que su director pretende hacer creíbles algunos personajes que en verdad no necesitan de más descripciones, lo que le lleva en algún momento a reiteraciones innecesarias. Pero esto es sólo un pequeño problema de matiz; lo que importa subrayar es que Caídos del cielo es una película que se decide a superar las barreras del mero naturalismo, de la crítica superficial para ahondar en un diagnóstico que es infinitamente más negro e inmisericorde que el que pretenden ver aquellos que sólo emplean en su trabajo categorías como "buenos y malos".
Babelia
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