R.E.M. sella el final de una época del rock alternativo
El grupo anuncia en la Red su separación tras 31 años
"Un hombre sabio dijo: la gran habilidad para ir a una fiesta es saber cuándo es el momento de irse", dijo anoche Michael Stipe en un comunicado colgado en la web de R.E.M. con el que se anunciaba la separación tras 31 años de la banda que lidera. Eran cuatro párrafos, uno firmado por todo el grupo, y los otros tres por Mike, Michael y Peter. Es decir, por el bajista Mike Mills, el cantante Michael Stipe y el guitarrista Peter Buck.
Son los tres fundadores del grupo que continuaban después de que el batería Bill Berry abandonase el grupo en 1997, dos años después de sufrir un derrame cerebral en pleno concierto de la banda en Lausana, Suiza.
Inciden los cuatro en sus mensajes en los mismos argumentos: son amigos y siempre lo serán; han llegado mucho más lejos como banda de lo que nunca imaginaron y ahora se sienten sin ganas de continuar porque ya no saben que hacer. Estarían engañando a sus fans. Tras tanto tiempo juntos no es fácil, pero es lo único honrado. "Es el momento de hacerlo", concluye Mike Mills.
"La gran habilidad es saber cuándo es el momento de irse", según Michael Stipe
Se les considera los creadores del modelo de la gestión inteligente del éxito
La verdad es que hacía ya bastantes años que R.E.M. habían perdido la trascendencia cultural que una vez tuvieron. Que fue enorme. Son la banda básica para entender el acceso del rock alternativo a los estadios. No solo lo lograron antes que nadie -en 1988, su quinto disco, Document, fue el primero de su carrera que vendió un millón de copias-, sino que tras firmar por la multinacional Warner consiguieron en 1991 convertirse en la banda de rock más importante del planeta con Out of time, su séptimo álbum. Y entretanto, nadie fue capaz de reprocharles nada.
Se les considera los creadores de un modelo, el de la gestión inteligente del éxito. De un éxito conseguido sin concesiones artísticas, que la mayoría de las bandas alternativas que les siguieron quisieron imitar. Fueron el modelo de Sonic Youth, de Radiohead y de Nirvana. Cobain estaba obsesionado con ellos, envidiaba la aparente facilidad con la que Stipe manejaba la fama.
Hay que entender que R.E.M. nació a principios de los ochenta. Eran un grupo de rock estadounidense cuando lo que se llevaba era el pop británico de Wham!, Culture Club o Duran Duran. Frente a la frivolidad, los sintetizadores y el pop de colorines ellos apostaban por las guitarras cristalinas del folk pop de los sesenta, las letras crípticas de Stipe y el compromiso político. Pioneros del rock de buenas intenciones, pregonaron las virtudes de la ecología con una oficina sostenible en su ciudad, Athens, una urbe universitaria del Estado de Georgia en la que siempre mantuvieron su cuartel general. Se aseguraron de mantener el control creativo sobre su obra, en una época en la que los grandes eran marionetas de sus sellos, tomaron partido por los demócratas en medio de la era Reagan, eran pacifistas y mantenían un estrecho contacto con sus fans.
Este es un modelo que ahora resulta familiar, pero que ellos crearon. Cuando el resto de las bandas de éxito, ya fueran Van Halen o Whitney Houston, aprovechaban sus primeros beneficios para comprarse un descapotable, ellos lo usaron para contratar un abogado que defendiera sus derechos. Cuando triunfaron con Out of time, el disco que contenía su gran éxito Losing my religion, y otros cuatro sencillos y vendió 16 millones de copias, aseguraban que lo que les había guiado era crear un clásico. Y todo el mundo les creyó y les aplaudió. Eran honrados y decentes.
Con el éxito, el ambiguo Stipe salió del armario y se convirtió en un personaje del corazón. Buck, la otra mitad creativa, se dedicó a producir a bandas pequeñas, esos "grupos de chicos de 19 años que quieren cambiar el mundo", de los que habla en su comunicado. Las ventas eran decentes, sacaban un álbum cada dos años que no era muy bueno, pero tampoco malo, giraban y, finalmente, se convirtieron en unos señores de 50 años que hacían música intrascendente. Su último disco, Colapse into now, se publicó en primavera. Era posiblemente su mejor esfuerzo de la última década. Ahora preparaban el enésimo recopilatorio, que será póstumo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.