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Pere Gimferrer viaja al mundo mítico de Álvaro Cunqueiro

El poeta rinde homenaje en la RAE al autor gallego de 'Merlín y familia'

Javier Rodríguez Marcos

La justicia poética es a veces tan lenta como la de los juzgados, pero a veces es algo más que una metáfora. En 1964 el Faro de Vigo publicó una reseña de Mensaje del Tetrarca, el primer libro de un poeta de 18 años. El libro lo firmaba Pere, entonces Pedro, Gimferrer y la reseña, Álvaro Cunqueiro. Este año Cunqueiro, que murió hace 30 años, hubiera cumplido un siglo, y aquel joven de entonces le homenajeó ayer en la Real Academia Española, de la que, pese a su edad, empieza a ser uno de sus miembros más antiguos.

Y lo hizo sin leer un papel, improvisando a velocidad de crucero una lección magistral que comenzó recordando lo que aquella "entusiasta" nota del 64 tenía de autorretrato de "un hombre muy solo". "Más que de mi obra, hablaba de lo que la literatura era para Cunqueiro", dijo Gimferrer, que recordó que la figura del autor de Las mocedades de Ulises no hacía más que volver a la RAE dado que en 1984, tres años después de su muerte, la novelista Elena Quiroga le consagró su discurso de ingreso. La casualidad ha querido que Quiroga y Cunqueiro hayan sido los últimos autores rescatados por la Biblioteca Castro, que ha dedicado al narrador, poeta y periodista de Mondoñedo dos tomos con una veintena de sus obras más celebradas, de Merlín y familia a Elegías y canciones, su único poemario en castellano. Una recuperación que se suma a la de Tusquets y su Biblioteca Álvaro Cunqueiro, que acaba de publicar en bolsillo La cocina cristiana de Occidente.

En su discurso, Elena Quiroga destacó la cercanía de Cunqueiro con un autor aparentemente alejado de él, el mexicano Juan Rulfo, y Pere Gimferrer tiró de ese hilo para sumar una rama más a ese particular árbol genealógico, la que ocuparía otro Álvaro, Mutis. De este modo, el poeta catalán evitaba expresamente la tradicional familia literaria en la que suele colocarse al autor gallego: la integrada por Italo Calvino, Dino Buzzati, Julien Gracq, Borges y Bioy Casares. Para Gimferrer, los dos últimos son "creadores deliberadamente autoparódicos" pertenecientes a una clase acaudalada, y ya extinguida, del Río de la Plata. De ahí que su obra, en su misma grandeza, esté llena de "bromas para entendidos". La literatura de Cunqueiro, entre tanto, estaría construida con una mezcla de ironía, arcaísmo, exotismo y vanguardia oculta que no se cumple a través del lenguaje sino en el lenguaje mismo. "Lo suyo no es realismo mágico sino magia de las palabras", dijo. Y añadió: "Toca el nervio esencial de la literatura, aquel que recrea la vida como gesta".

En esa "fundación mítica de la propia vida", apuntó Pere Gimferrer, reside la singularidad de un autor que "no ha tenido antecedentes ni descendientes". Por mucho que en 1959 le dieran el Premio de la Crítica por Las crónicas del Sochantre o en 1968 ganara el Nadal con Un hombre que se parecía a Orestes. Y por mucho que en diciembre se celebre su centenario. Pocos años son cien para un constructor de mitos eternos.

De izquierda a derecha, José Manuel Blecua, Pere Gimferrer, Javier Marías y José Manuel Sánchez Ron.
De izquierda a derecha, José Manuel Blecua, Pere Gimferrer, Javier Marías y José Manuel Sánchez Ron.B. PÉREZ

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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