Perdón a garrotazos
Cuando se aborda una historia como la que contiene Cinco minutos de gloria, acercamiento del alemán Oliver Hirschbiegel, autor de El hundimiento, al conflicto político de Irlanda del Norte, sus responsables deben decidir desde un principio el camino a tomar. En el relato del reencuentro de dos hombres que, 30 años atrás, cruzaron sus miradas un instante, uno, siendo un crío, mientras jugaba al balón en la puerta de casa, otro, apenas un adolescente, mientras se disponía a disparar a través de la ventana al hermano mayor del primero, ¿debe primar la acción, la venganza física? ¿O, por el contrario, lo importante en este reencuentro, auspiciado por la política de reconciliación, y que va a ser grabado nada menos que por la televisión, lo que debe mandar es la lucha dialéctica, la exposición de las motivaciones, el encaramiento mental?
CINCO MINUTOS DE GLORIA
Dirección: Oliver Hirschbiegel. Intérpretes: Liam Nesson,
James Nesbitt, Mark Davison,
Ana Maria Marinca.
Género: drama. Irlanda, 2009. Duración: 90 minutos.
Probablemente, las dos actitudes puedan llegar a ser coherentes, tanto humana como artísticamente. El problema es apuntar hacia una para luego huir hacia la otra, justo lo que le ocurre a la película de Hirschbiegel.
Siguiendo la estela de lo experimentado en Suráfrica tras la desaparición del apartheid, el Centro para la Paz y la Reconciliación ha estado trabajando en casos como éste, intentando sembrar la semilla de la paz con un ejercicio más individualizado que el del proceso de negociación y fin de la violencia comandado por los políticos. Y a una de estas reuniones de escenificación del perdón dedica su historia Cinco minutos de gloria. La película cuenta de manera pormenorizada, a través de un largo flashback, el asesinato de un católico por parte de un miembro de la Fuerza de Voluntarios del Ulster (UVF). Lo hace con convicción, con garra, aunque, eso sí, con tono de cinta de suspense, sin acudir a las implicaciones sociales o políticas del conflicto. Parece apostarse por la primera de las opciones descritas en el primer párrafo de la crítica.
Sin embargo, cuando llega el momento del encuentro televisado, se convierte en la historia de un doble fracaso. Primero, el del programa en sí, que tras toda la parafernalia previa, ni siquiera logra que víctima y verdugo se vean. Segundo, el de la película, que parece girar hacia la opción de la dialéctica para luego emborronarla con una posterior pelea callejera, indigna de un producto de esta trascendencia.
Babelia
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