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Pablo Picasso rescata su bombín

Una exposición en torno a la obra del pintor y su influencia en el arte británico será la gran estrella de los 'Juegos Olímpicos Culturales' de Londres en 2012

Impecable con su traje de Saville Row, bombín de ala generosa y pipa en ristre, Pablo Picasso posa junto a su esposa Olga en la londinense Leicester Square. La instantánea, tomada en 1919, no sólo plasma la primera y única estancia temporal del artista en las islas, donde trabajó en el atrezzo de El Sombrero de tres Picos, estrenada en la ciudad por los ballets rusos de Serguei Diaghilev. También simboliza la fascinación, el debate y la rendición definitiva de un país ante ese genio que tuvo un profundo impacto en el movimiento modernista británico. Picasso y su relación con Gran Bretaña va a ser una de las grandes citas de la olimpiada cultural del próximo año en Londres, expuesta a través de los ojos y el trabajo de nombres como Henry Moore, Francis Bacon o Lucian Freud.

Un cronista de la época comparó su influencia con las películas de Chaplin

Cuando Picasso desembarcó en una planta de Floral Street, callejuela adosada a la ópera de Covent Garden, para ejecutar la colaboración con Diaghilev, su figura todavía no había adquirido en el ámbito británico la dimensión que acabaría siendo objeto de enconado debate. Seis años antes, Duncan Grant fue uno de los primeros pintores locales en responder al impacto que le produjeron obras del malagueño como el Jarrón de Flores (1908), inspiradora de su cuadro The Tub, que el museo Tate Britain desplegará junto a uno de los autorretratos de perfil cubista de Wyndham Lewis. Si el estímulo que suscita Picasso está muy presente en la nueva generación de talentos artísticos del Reino Unido, habrá que esperar a la inmediata posguerra para descubrir la resistencia ante su obra de la conservadora sociedad británica, la reacción hostil ante una exposición que en 1945-56 le dedica en el museo Victoria & Albert (en reemplazo de una Tate castigada por los bombardeos alemanes).

"Alfred, si nos topáramos en la calle con Pablo Picasso, ¿le darías conmigo una patada en el ...?", preguntó Winston Churchill al presidente de la Royal Academy, Alfred Munnings, en alusión a aquella muestra de cuadros del español y de Henri Matisse que el gobierno francés había brindado al pueblo británico en agradecimiento por la liberación de la bota nazi. Probablemente también repeliera a ambos personajes el comunismo del artista, quien en 1939 había enviado su Guernica de gira por el Reino Unido como símbolo antifascista y para aleccionador de las masas izquierdistas. Pero sobre todo Gran Bretaña no estaba quizá "preparada" para la revolución artística picassiana, se lamentaba en aquellos años el pintor abstracto Ben Nicholson. Mientras los grandes museos nacionales no se atrevieron a empezar a apostar por el arte moderno hasta los años cincuenta, los dos grandes coleccionistas británicos Douglas Cooper y Roland Penrose llevaban ya dos décadas atesorando Picassos. Su apoyo y el de muchos críticos o artistas como Graham Sutherland (uno de los amigos británico que mejor lo conoció) se anticipa a la futura aceptación popular de la producción de Pablo Picasso, certificada en una retrospectiva que la Tate organiza en 1960.

En expresión de un cronista de la época, la exposición "arrasa a las masas que asociamos con las películas de Charles Chaplin". Entre sus visitantes, la reina Isabel y también David Hockney, quien la recorrió nada menos que ocho veces: "Vine a Londres sintiendo que tenía que trabajar y trabajar, que pintar y pintar para capturar su espontaneidad. Picasso está constantemente abierto a nuevas ideas e inspiraciones que plasma inmediatamente en el lienzo". Para el torturado Francis Bacon, las propuestas del artista español estaban "más cercanas" a lo que sentía sobre la "psique de nuestro tiempo" que las de cualquier otro autor.

A través de un recorrido por 150 obras, la exposición Picasso & Modern British Art invitará a cotejar, por ejemplo, la Crucifixión que Bacon pintó en 1933 con el estudio en movimiento de las bañistas de Picasso. O la escultura de Henry Moore Recicling Figure y su composición idéntica al óleo de Picasso La Fuente, de 1921. Estos dos nombres junto con los de Grant, Lewis, Nicholson, Sutherland y Hockney han sido elegidos por la muestra como receptores del legado picassiano en toda su diversidad. Y rematando el despliegue de sus creaciones y las de Picasso, el cuadro del malagueño Tres Bailarinas quiere ilustran tanto esa alegoría sobre la danza que le llevó a recalara en suelo británico como la impronta que legó a algunos de sus mejores artistas.

El pintor Pablo Picasso y su esposa Olga en Leicester Square, Londres, en 1919.
El pintor Pablo Picasso y su esposa Olga en Leicester Square, Londres, en 1919.
<i>La source</i>, una de las grandes obras de Pablo Picasso que estarán en la exposición de la Tate Britain.
La source, una de las grandes obras de Pablo Picasso que estarán en la exposición de la Tate Britain.GETTY

Los platos fuertes de la olimpiada cultural

- Retrospectiva de Damien Hirst. La Tate Modern prepara la primera gran retrospectiva del artista conceptual más cotizado del planeta. 4 abril-9 septiembre

- Lucian Freud, retratista. La National Portrait Gallery reunirá más de 150 retratos del artista. 9 febrero-27 mayo.

- La Royal Academy desplegará centenar y medio de obras de David Hockney, con especial atención a sus paisajes a gran escala. 21 enero-9 abril

- El mejor diseño británico que afloró en el arte y la industria de la posguerra centrará la principal exposición del Victoria & Albert. 31 marzo-12 agosto

- Shakespeare y Dickens. Mientras el teatro Shakespeare Globe proyecta representar las 37 obras del Bardo, el British Council of Arts se volcará en el bicentenario de Dickens.

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