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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Nadar y guardar la ropa

No está en vano el nombre de Oliver Stone al frente de la producción de Larry Flynt. Se nota su sello, si reducimos el alcance de esta palabra al de forma desecada en fórmula. En los entrelineados del filme, sin ser convocados por un giro en el entramado argumental que los pida, es fácil entrever, a medida que la película avanza, encadenamientos y composiciones que recuerdan mucho a los usados por Stone en su aparatoso tinglado de Asesinos natos.Milos Forman no es un imitador y, aunque parece inclinarse cada vez más a refugiarse en cómodas superficies brillantes que a buscar luz en trabajosos fondos oscuros, conserva algo de las maneras propias que creó en la frescura de sus primeras películas. El parentesco es de tono o de tonillo, de eso que (ignoro si adecuadamente) llaman look y alude a una marca de fábrica, destinada a hacer automáticamente identificable (y vendible) un filme por presión de la huella dactilar de su equipo diseñador.

El escándalo de Larry Flynt

Dirección: Milos Forman. EE UU, 1996. Intérpretes: Woody Harrelson, Courtney Love. Cines Azul, Ideal, Proyecciones, Vaguada, Acteón, Dúplex, Conde Duque, Albufera, Colombia.

La película comienza a la manera del primer Forman: una visión desenvuelta, distanciada, irónica y transatlántica de tipos y peculiaridades de la vida provinciana, golfa en Estados Unidos, por lo que arranca de manera ágil y crea esperanzas. Pero a medida que Forman se aleja de prolegómenos y adentra la cámara en el grano va perdiendo la soltura inicial y, consciente o no de ello, abandona las maneras convincentes para entrar en un navajeo de clichés y sarcasmos que buscan componer un filme político respondón, pero que finalmente se queda en una pataleta de retórica visual inofensiva, un ejercicio de brocha gorda manejada por una mano desgobernada y algo histérica. De ahí que el filme se condense en esta paradoja: defensa mal expresada de la libertad de expresión.

El grano mal digerido por Forman es la tumultuosa biograría (íntima y pública) del editor de publicaciones pornográficas, estadounidense Larry FLynt, tumulto que llegó a su apogeo cuando los fiscales del reaganismo desataron una obscena -pues en ella se disfrazó de cruzada moral lo que en realidad era una rastrera estrategia captura de silencios conversos en votos beatos- campaña procesal contra este incómodo personaje cínico e iconoclasta, que le llevó de antesala en antesala y de tribunal en tribunal durante años, mientras su negocio se encumbraba y su vida íntima entraba en el picado de un inexorable naufragio. La cantante de música rock Courtney Love, que interpreta (sin apenas recursos, pero con gana y garra) a la mujer de Flynt, es lo único recordable que queda de esta zona central y final del tramposo filme, en el que Woody Harrelson se repite tanto que su gestualidad disparada acaba por estragar.

Abundante dinero, buen equipo, mucho oficio y escaso talento mantienen en pie este nuevo castillo de naipes levantado por un laboratorio del cine de la izquierda californiana, curioso ejercicio de riesgo político de lavandería, pues se baña en un barrizal y sale de él con el esmoquin sin una salpicadura, que quiere construir una metáfora de la libertad y es incapaz de crear (sólo Courtney Love, y más por autointerpretarse que por interpretar) personajes libres; que no tiene coraje para pringarse con lo que defiende, pues nada y guarda la ropa; que gesticula mucho y nada apenas dice.

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