"Muchas de las imágenes que nos rodean son mentira"
La obra del fotógrafo Martin Parr lleva décadas retando a quien pretenda interpretarla con un solo código. Ha hecho de las múltiples lecturas su especialidad. Una maestría que ha generado imágenes al mismo tiempo divertidas y dramáticas; poéticas y vulgares.
Parr (Epsom, Surrey, 1952) se hizo célebre en los ochenta con su proyecto The last resort, una sátira visual del ocio de la clase trabajadora con la localidad turística de New Brighton como escenario. Desde entonces, el fotógrafo, que se autodefine como "comprometido y político", no ha dejado de usar la ironía para lanzar una carga de profundidad contra la cultura del consumo de masas. Prolífico y versátil, miembro de la agencia Magnum desde 1994, ha obtenido el Premio PHotoEspaña Baume & Mercier 2008.
"Soy promiscuo: puedo estar en la galería Tate o en periódicos baratos"
Pregunta. ¿Quiere provocar la sonrisa o el rechazo con sus imágenes?
Respuesta. Yo quiero que mi trabajo sea serio pero también accesible. Que sea entretenido e inteligente al mismo tiempo.
P. ¿Cómo compatibiliza su trabajo artístico con el más comercial?
R. Soy un fotógrafo muy promiscuo. Hago publicidad, moda, trabajos periodísticos, proyectos culturales... Puedo estar en la Tate o en periódicos baratos. Lo grande de la fotografía es que es el medio más democrático y accesible del mundo y quiero explotar todas sus posibilidades. Alta y baja cultura.
P. ¿Cómo lleva su fama de ser una especie de héroe de la clase trabajadora?
R. He fotografiado a todas las clases sociales. La gente presume que sólo he fotografiado a las clases trabajadoras. Ahora estoy con un proyecto llamado Lujo que versa acerca de la idea de cómo la gente exhibe el dinero que gana. He ido a desfiles de moda, ferias de arte, carreras de caballos... Situaciones en las que todos están muy felices de hacer ostentación del dinero que poseen.
P. ¿Qué quiere poner en evidencia tras lo obvio?
R. Trato de poner el dedo en la vulnerabilidad del mundo. Cuanto más avanzamos, más vulnerable es el mundo. Estamos jugando un juego peligroso con el crecimiento económico, las cuestiones ecológicas, ahora mismo los precios del petróleo se han disparado y ello está golpeando las economías. Es excitante y deprimente. Hay algunas cosas que han mejorado. Es más agradable ir al dentista ahora que hace 30 años, pero en términos generales nos encaminamos hacia situaciones más peligrosas.
P. Pero en sus fotos no aparecen estos dramas...
R. No trato de sermonear. Uso la dramatización que hay en la propaganda que nos rodea. Estamos rodeados de cosas que nos mienten. Si compras comida en un supermercado, la foto del envase no tiene nada que ver con lo que hay dentro. Es una mentira básica a la que estamos acostumbrados. En los folletos de viajes todo parece bonito, pero la realidad es muy diferente. La mayor parte de las fotografías que nos rodean son una forma de mentira. Y creo que es importante que los fotógrafos luchemos contra eso y sirvamos como de antídoto. Yo entiendo las reglas del juego de la propaganda y las subvierto, las rompo a propósito. Los prejuicios, los clichés, los uso como punto de partida. La mayoría de la gente no se da cuenta de que está rodeada de propaganda.
P. ¿Y el humor en su trabajo?
R. Es un mecanismo para hacerlo más accesible. El mundo es muy divertido. Una de las pocas cosas en las que los británicos somos buenos -y ya no hay muchas cosas en las que seamos buenos- es el sentido del humor y la ironía. Yo lo uso de manera muy consciente. No quiero tener un público elitista. Yo quiero llegar a un público amplio.
P. ¿Cómo mantiene la distancia para no juzgar el sujeto que fotografía?
R. Yo quiero que los juicios los haga el espectador, pero al mismo tiempo mi trabajo es muy subjetivo. Siempre tengo presente que estoy creando una forma de ficción, aunque esté basada en la realidad. Es una línea delgada la que hay entre las opiniones, prejuicios y sesgos de uno, entre intentar ser objetivo y ser subjetivo. Hay un poco de todo en mi trabajo. Todas estas cosas intervienen. Es difícil establecer diferencias. Es como el mundo: no es ni bueno ni malo, sino algo intermedio. Intento buscar esa ambigüedad entre lo objetivo y lo subjetivo, lo bueno y lo malo, el ying y el yang.
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