Meritoria novillería
Tiene mérito ser novillero en la desarrollada España del siglo XXI, a pesar de la crisis. Es admirable que un chaval en la flor de su juventud decida olvidarse de los placeres mundanos y se convierta al cartujano oficio de torero; retirado de la calle, ajeno a los botellones, creyente del sacrificio y aprendiz del quehacer humano más dificultoso del que se tiene noticia. Es meritorio jugar al peligroso juego del toro cuando el hambre es agua pasada, la oferta formativa es amplia y variada e, incluso, el bienestar actual permite la holgada pertenencia a la generación nini (ni estudia ni trabaja).
Dicho lo cual, que no es poco serio, la realidad es dramática y cruel. Retírate del mundo, del demonio y la carne, cierra los ojos en duermevelas imposibles, enfúndate en un traje de luces y haz el paseíllo en el templo de la Maestranza; que salga ese novillo soñado, precioso de hechuras, justo de fuerza, noble y cómodo, y tú, allí, solo ante el exigente tribunal, a cara o cruz tu futuro en el aire, mientras los examinadores ni se inmutan y murmuran la peor sentencia: "Lástima de novillo". O te miran en silencio, con esa mirada que parece no verte, pero que duele en el alma.
Espartaco / Casares, Escribano, Fernández
Novillos de Espartaco, bien presentados, blandos, nobles y manejables.
Luis Miguel Casares: estocada caída (silencio); estocada y descabello (silencio).
Cristian Escribano: bajonazo (vuelta); estocada atravesada, cuatro descabellos y descabello (silencio).
Esaú Fernández: estocada atravesada (silencio); dos pinchazos y media ladeada (silencio).
Plaza de la Maestranza. Viernes, 9 de abril. Segundo festejo de la feria. Media entrada.
Allí abajo, en el amarillo albero, raro será que no se evidencien más las carencias que las cualidades; fácil será que destaquen más los novillos que los aprendices. Será, quizá, como algunos dicen: "No tienen hambre...". O será que, de verdad, esta es una profesión para auténticos elegidos.
Los tres toreros de ayer no triunfaron a pesar de que los novillos de Espartaco -modernos hasta decir basta por su comodidad y nobleza- pusieron en bandeja la gloria. Hubo afán y voluntad, pero faltó personalidad, arrojo, afán de lucha, sangre en las venas y madera de héroe. Quizá, lo que se pide es un mundo, pero esa es la exigencia del toro.
A los tres les sobra, quizá, entrenamiento mecánico y les falta pellizco, chispa, gracia y capacidad para asumir el riesgo total.
Así y todo, quede patente su voluntad, y algunos trazos de buen toreo. Luis Miguel Casares dibujó una magnífica tanda de naturales al extraordinario cuarto; Escribano protagonizó un espectacular comienzo de faena en el segundo: dos pases cambiados por la espalda, dos trincherillas y dos de pecho de auténtico cartel; y Esaú Fernández se lució en un doble pase circular, quietas las zapatillas, y largos naturales.
Y que no se desanimen. El peligro, encima, es que pueden acabar siendo ninis. Pura crueldad esto de querer ser torero en el siglo XXI...
Babelia
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