Luis Tosar compensa el viaje
La película más turbadora e imperecedera que ha realizado ese director tan personal como volcánico llamado Abel Ferrara tal vez sea Teniente corrupto. El infernal proceso de degradación de aquel teniente de la policía corrupto y politoxicómano, chantajista y amoral, desesperado ante el peligro que implican sus deudas y con hambre secreta de redención, estaba descrito con paroxismo y violencia moral, con talento expresivo, con una atmósfera tan turbia como magnética, con una interpretación memorable de Harvey Keitel.
No precisaba de ningún remake, pero debido a esa moda tan cerril y presuntamente comercial de volver a contar historias sólidas que no necesitan nuevas adaptaciones, le han encargado a Werner Herzog, otro director en el límite, tan insólito y desquiciado como Ferrara, que actualizara en la Nueva Orleans posterior al Katrina aquella salvaje inmersión en la delincuencia de un fulano que se supone encarna la defensa de la ley y el orden.
'Celda 211' tiene una narración tensa sobre un motín que posee fuerza
Bad lieutenant: port of call New Orleans, que así se titula el arriesgado experimento, se ve y se escucha con relativo interés, pero no posee el nervio, el tenebrismo y la poderosa textura del producto original. Herzog, un creador vocacional y ancestralmente enfrentado a todo lo convencional, profesional del vagabundeo creativo y de los proyectos complicados, autor en los últimos tiempos de su irregular carrera de documentales inquietantes como Grizzly man, aborda el reto de rodar producido por Hollywood y con estrellas como Nicolas Cage y Eva Mendes la innecesaria versión de una película de culto. Lo mejor de ella es cuando se ciñe a un relato de cine negro, pero en los momentos en los que pretende mostrar su absoluta autoría, en una secuencia en la que el alma de un tipo al que acaban de matar se corporiza bailando break-dance o los delirios del poli yonqui viendo iguanas en medio de situaciones que pretenden ser realistas, resultan pasotes cercanos al ridículo. A Nicolas Cage también le sobran aspavientos e histrionismo cada vez que inhala o fuma drogas, algo que ocurre en casi todas las secuencias. Pero a diferencia de Ferrara, Herzog se cuida mucho de andar exhibiendo jeringas y bombeos de sangre. Imagino que hay que amortizar con la prudencia una inversión tan cara, todo lo contrario del primer Bad lieutenant, rodada con cuatro dólares y total libertad. Consecuentemente el final que muestra Herzog también es más cínico que trágico. Deberían dejar tranquilos a los clásicos.
Me acerco con fastidiosos prejuicios a Celda 211, exhibida en una sección paralela, debido a mi completa incomunicación con las tres películas anteriores que había dirigido Daniel Monzón. Y éstos se confirman en el arranque, mal interpretado, con tonillo, muy débil. Pero a los cinco minutos aparece un individuo de voz cavernosa y aspecto intimidante que interpreta al líder de los presos en una cárcel y desde ese momento hasta el final se me derrumba el mosqueo inicial, dando paso a una de las mejores películas que ha hecho el cine español en mucho tiempo. Una narración tensa y compleja sobre un motín carcelario en la que todo posee fuerza, suspense, desasosiego y veracidad. Pasa volando y perdura en el recuerdo. Tiene muchísimo mérito el control de Daniel Monzón sobre todos los elementos, el admirable giro que se produce en la historia, la credibilidad que desprenden personajes, diálogos y situaciones, un reparto muy sabio en el que algunos de esos presos parecen interpretarse a sí mismos, la factura, el ritmo, la violencia y la sutileza que caracterizan a los grandes títulos del género.
Aunque existe algo que está más allá del elogio y es el impresionante recital de Luís Tosar. Te cuenta muchas y sorprendentes cosas con sus gestos, con su mirada, con sus movimientos y con su voz de un personaje que podía ser de una pieza, de un canalla con códigos éticos, de un rey de la selva con subterránea humanidad, de un guerrero astuto y brutal que también es capaz de generosidad y comprensión. Es imposible no dejarte atrapar por su campo magnético y por sus matices, es una interpretación que te revela lo máximo con lo mínimo, merecedora de todos los premios, una actuación para enmarcar en la retina y en el oído.
Lourdes, dirigida por Jessica Hausner, habla con lucidez y sobriedad de los enfermos y los discapacitados que acuden buscando milagros a un suntuoso templo de la fe católica y que no descuida los negocios terrenales llamado Lourdes. Está bien descrito ese universo, sin sarcasmo facilón, con inteligencia y piedad, pero mi agnosticismo se siente demasiado alejado del tema. A los curas y las monjas no me apetece verlos ni el cine. Exagero. Buñuel me conmovió con su quijotesco Padre Nazario. No es el caso de la muy digna Lourdes.
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