Cuando Leonor recitó a Baricco
La poesía del italiano se funde con la música de Marlango en un concierto único
Hay personas que no quieren dejar de ir a clase. Personas que, incluso cuando consiguen aquel objetivo que se fijaron, continúan inquietas y acaban por pedir algo más a la vida. Alessandro Baricco (Turín, 1959) es una de esas personas. Escritor, ensayista y recién estrenado director de cine italiano, Baricco tiene la voluntad del sabueso y el trato amable del profesor que busca la complicidad de sus alumnos. Firme, seguro, olisquea los gustos de lectores y público, pero, sobre todo, hace lo que más le apetece: saltar, picotear (ahora literatura; después, música; entonces...) con el entusiasmo de un niño.
Un larguísimo aplauso cerró la noche que les unió para siempre
Baricco inició el viaje en el inmortal antibelicismo de William Saroyan"
Él se da cuenta de todo, hasta de una arruga", explica Watling
"No es un momento excitante para Italia", reconoce el autor
Y todo ello, con la seguridad de los que siempre parecen tener éxito.
Porque sólo de triunfo puede calificarse lo que sucedió anoche ante los ojos de los pocos más de 300 espectadores que abarrotaron el Lope Vega, recoleto teatro del siglo XIX, en la jornada inaugural del Festival Internacional Palabra y Música de Sevilla. Un prolongado aplauso (más de cinco minutos) cerró el recital de spoken word, ese arte a medio camino entre la poesía urbana, el rock de vanguardia y el humo de los cafés que anoche unió para siempre los caminos de Alessandro Baricco y Marlango.
"Dejadme una lista de la lavandería y te la convertiré en música". Estas palabras, de Gioacchino Rossini, podrían servir bien como el primer punto para la bitácora de lo que sucedería al filo de las 21.00 sobre el escenario. Baricco partió de William Saroyan y el inmortal alegato antibelicista de su obra La comedia humana para, con el jazz pop del grupo madrileño liderado por Leonor Watling de fondo, conducir a la audiencia por la seducción de la palabra unida a la música.
Se escucharon fragmentos del escritor partisano Beppe Fenoglio (Baricco solo), del argentino Osvaldo Soriano (El penalti más largo del mundo, entonado a dúo y en modo bilingüe por el italiano y Watling) y del propio Alessandro (esa oda a las olas y a las travesías que escribió en Océano Mar). Luego, ella regaló a la audiencia la versión de una de las canciones favoritas del escritor turinés: Genova per noi, del crooner deliciosamente delirante Paolo Conte.
"Descubrí a Leonor en el rodaje de mi primera película", había contado horas antes de comenzar el recital Baricco, sentado en el sofá de una cafetería. "Cuando supe que se había decidido a cantar, quise enseguida hacer algo con ella", añade. Su primer experimento cinematográfico como director, cuyo estreno está previsto para septiembre, se llama Lezione 21 y gira en torno a una clase sobre la Novena de Beethoven. "Es una historia sobre el valor simbólico de este compositor. Podríamos explicar a los niños quiénes somos hoy a través de su obra", apuntaba apurando un cigarrillo. "Y para mí, hacer cine ha sido como volver al colegio: un descubrimiento. Tener que volver a fijarse y aprender".
"Se da cuenta de todo, incluso de la arruga de una servilleta", explica Watling de su recién adquirido compañero poético. "Antes de rodar una secuencia cualquiera de diálogo entre seis personajes, nos reunió un sábado y nos lo contó todo. Se fija en los detalles y al mismo tiempo tiene mucha compasión con los actores".
A Baricco, que define la adaptación de su best seller Seda como "elegante, aunque un poco fría", no le asustan las novedades. Todo lo contrario. Adora el riesgo, los terrenos de juego en los que resulta fundamental la emoción de "la primera vez". "Creo que, ante todo, soy narrador, pero el instinto me dice que tengo que explotar esta faceta en varias direcciones. Por eso llevo mis intuiciones hacia cualquier formato narrativo".
Y así lo ha hecho desde mediados de los ochenta con abrumadora fortuna comercial. Las novelas Océano mar y City, el monólogo teatral Novecento (llevado al cine por Giuseppe Tornatore)... Sus programas en la televisión italiana siempre han sido un gran éxito de público (la acogida de la crítica menos entusiasta de la crítica). Sin embargo, para él estas idas y venidas de un género narrativo a otro constituyen más bien un estilo de vida. "Escribir es un oficio extremadamente solitario. No podría vivir sólo escribiendo. Probablemente me pondría enfermo", asegura. "Porque, cuando escribes un libro, siempre estás trabajando".
Pese a una definición del oficio que podría espantar a los aspirantes, Baricco tal vez sea el profesor de escritura creativa más célebre y valorado de Italia. A sus talleres de la Escuela Holden (el nombre es un homenaje al protagonista de El guardián entre el centeno, de Salinger) acuden cada semestre decenas de jóvenes deseosos de seguir sus huellas. "Me encanta", apunta. "Transmitir esa idea artesanal del oficio, con un toque renacentista. Como si estuviéramos en un verdadero taller en el que los alumnos pueden aprender un oficio sin perder su sentido de la libertad". Pero, ¿de verdad se puede enseñar a escribir? ¿Y el talento? El autor sonríe, da vueltas a un mechero, reflexiona: "Imagine. Escribir es como correr. Algunos jóvenes piensan ganarse la vida corriendo. Se lo creen de verdad. Pues, en ese caso no creo que sobre la figura del entrenador. Es posible incluso llevar a los Juegos Olímpicos a alguien que corre mucho. Sin embargo, para ir más allá hay que tener talento, seguridad, obsesión". Baricco pone el acento en esta última palabra. "Porque escribir es un oficio obsesivo. Hay que ser un perfeccionista, es un oficio que no te deja nunca, cuando estás con los demás, cuando viajas. Tenemos que pensar que es la cosa más importante del mundo".
Escribir y, ahora, dirigir. "Es como hacer un cuadro que pintan otras personas", dice el escritor con tono gozoso. Un tono que se ensombrece al escuchar las palabras Italia y política. Otro cigarrillo. "No es un momento especialmente excitante para Italia", reconoce. "Mientras que en España hay una clara aceleración hacia la modernidad y la laicidad, en Italia parecemos estancados. Éstas son las diferencias más interesantes ahora mismo", añade
Las risas que adornan la charla se convierten en carcajadas al escuchar la última pregunta: ¿me puede explicar el secreto de su éxito? ¿Por qué todo lo que toca acaba convertido en oro? "No es verdad. Lo que pasa es que los errores y los tropiezos se olvidan rápido. He hecho muchas cosas que no han salido bien. Pero en la memoria solo queda el recuerdo de lo que he hecho bien... Por suerte".
Babelia
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