Intenso y habiliaoso melothriller
El astuto, listísimo todoterreno del cine estadounidense Barry Levinson hace esta vez el triplete: escribe, produce y dirige. Es decir, que este lince, capaz de vender neveras a los esquimales, se comporta como todo un autor, aunque no posea ninguna de las- cualidades que requiere apuntarse a la autoría de un filme.El amaÑador de Rain man comenzó esta su nueva mina de oro oliendo con punta de hocico perdiguero los fajos de dólares que se escondían detrás de las páginas del libro (un arriesgado melothriller autobiográfico) de Carcaterra; después escribió, con la misma maña que ha mostrado otras veces, un guión que le salió bien construido y dialogado; a continuación acudió a su tacto para convocar buenos repartos; luego armó el tinglado de la producción con equilibrio entre proyecto y presupuesto; y finalmente acabó conduciendo él mismo la máquina tragaperras.
Sleepers
Dirección, guión y producción: Barry Levinson, basado en el libro de Lorenzo Carcaterra. Fotografia: Michael Ballallhaus. Música: John Williams. EE UU, 1996. Intérpretes: Kevin Bacon, Jason Patric, Brad Pitt, Dustin Hoffman, Robert de Niro, Vittorio Gassman. Madrid: Palacio de la MúsÍca, Cid Campeador, Amaya, Juan de Austría, Novedades, Acteón, Aluche, Vaguada, España, Aragón, Lido, Canciller y (en V. O.) California.
Y todo funciona -en Sleepers salvo la (mecánica) escritura y la resultona pero hueca dirección, que ciertamente nada tiene de inexperta, pero que está instalada muchos peldaños. imaginativos por debajo de los alcanzados por la interpretación. Y esto es lo que impide a esta intensa y (por la pinta) muy rentable película ser cine importante, aunque podía haberlo sido en manos de otro cineasta con más poderes creativos y mayor sentido del riesgo. Hay escenas en las que alguno o algunos intérpretes nos secuestran y encarcelan en la dureza, con algo demórbida equivocidad moral, de la historia. Pero lo que se nos cuenta en ella es tan grave, que pide más gravedad (en sentido literal: mayor peso) que la que le da un experto pero rutinario -y marrullero y efectista, es decir: tramposoguionista-director que, por oscarizado que esté y oscari~able que sea éste su nuevo tinglado, es, más un felino contable que un artista.
Sleepers enrevesado- e in-teresante relatopers es un teresante relato, de la estirpe que pide al cronista que no se le escapen en los entrelineados pistas que desvelen al espectador su subsuelo, pues discurre sobre los rieles de giros argumentales en ocasiones desconcertantes o jalonado de nobles efectos de sorpresa que poco tienen que ver con el socorrido recurso al susto con que nos tienen estragados los fabuladores de Hollywood; y se apoya en una buenísima interpretación,- sobre todo de Kevin Bacon, Dustin Hoffman y Vittorio Gassman,,que arrollan con los puñetazos de elocuencia que se escapan de sus presencias. Tan bien lo hacen que convierten.a Robert de Niro y Brad Pitt en sus comparsas, pese a ser menos protagonistas que ellos. Aunque.sóló sea por ver cómo estos depredadores de pantallas mantienen al espectador boquiabierto, merece la pena ver Sleepers.
Y es bonito jugar, mientras se ve la película, a averiguar (pues es discemible en fogonazos que brotan de rostros, réplicas y cruces de miradas) cuándo y cómo estos intérpretes se las ingenian no sólo para dirigirse a sí mismos, sino también (a la manera de Charles Laughton, Fernán-Gómez, Philippe Noiret, Marcello Mastroianni, Anthony Hopkins y otros príncipes de su oficio) para dirigir a su director, cosa más frecuente en el cine de lo que deja ver el mito a estas alturas mucho más industrial que cinefilico- del autor-director. Hasta en eso es astuto Levinson, que, desde detrás de la cámara, se forra a tomar notas de lo que calladamente le indican que les indique quienes están dando la cara delante de ella.
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