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Y Kevin Costner hizo de músico

El actor estadounidense interpretó el papel de un rockero familiar ante un público de cine en el Palau de la Música

No necesitará un guardaespaldas, ni hacerse el duro como Elliott Ness o Wyatt Earp. Puede estar tranquilo, el público que anoche llenó el Palau de la Música de Barcelona salió satisfecho tras hora y media de rock americano. Hubiese salido igual de contento de haber sonado blues, o pop, porque lo principal, el deseo de ver cerca a la estrella vista y, porqué no, deseada, se colmó. Kevin Michael Costner, simpático, algo simplón, de humor flácido y sonrisa de sesión fotográfica, paseó palmito por escena esforzándose en cantar con decoro al frente de un grupo aseado con el que repasó casi todas las canciones de su segundo disco. Una noche amable.

En el encuentro con la prensa que ofreció horas antes de su actuación, Kevin Costner ya declaró muy que cantar y actuar no le provoca ninguna contradicción o duda ética, y que le da igual cuáles sean las razones que llevan al público a sus conciertos. Siendo consecuente, desde el inicio de la velada quedó claro que la noche estaría protagonizada por un actor que en sus ratos libres mata el tiempo cantando. Nada que objetar.

Ahora bien, el concierto se inició con cinco minutos sonrojantes en los que Kevin Michael aparecía en una pantalla encarnando sus personajes más populares. Se le vio de gánster, de vaquero, de besucón, de cartero, de policía, de héroe acuático, de emotivo guardaespaldas, de indio asimilado y de deportista. Luego se encendieron los focos del Palau y por el pasillo central apareció la estrella dándose un baño de multitudes mientras sus esforzados amigos músicos tomaban discretamente el escenario. Kevin Michael, el actor, ante otro papel para el que no se precisan cámaras ni cortes: el de músico.

Pero ciertamente no le caerá el papel de Sprinsgteen cuando le hagan un biopic al rockero. Y conste que pareció que durante todo el concierto Kevin Michael quería dar bien como músico, bordar el papel. Lo interpretó según su libreto y fue simpático, presentó todas las canciones, se dejó querer -una asistente recibió dos besos sumándose así a la afortunda que abrazó durante la rueda de prensa-, hizo poses muy logradas con la guitarra y en algunos estribillos, igual que en los momentos épicos de Bailando con lobos, abrió los brazos extasiado. Lástima que en todo momento pareciese no un músico, sino un actor haciendo de músico. Cierto que en la rueda de prensa afirmó que "escogí dedicarme a ser actor, a la actuación y el centro de un concierto es la actuación, la interptetación, por eso me gustan los directos", pero se podría pensar que en los conciertos se sentía músico, y no actor como pareció.

El apartado musical no fue tan lamentable como podía imaginarse tratándose de una interpretación cinematográfica, y eso que en directo la voz de Kevin Michael necesitó el refuerzo de otras dos voces con las que cantar con ciertas garantías. Su sonido de Kevin Michael bebe de forma directa del rock americano, eso que ahora se llama "americana", salpimentado con un toque de country y con el sabor montañero del violín. Probablemente le gustaría parecerse a Tom Petty, Steve Earle, John Fogerty o John Cougar, pero su rock sin filo, desnatado, evoca más al rock sin cafeína de Bryan Adams. Nada que objetar, los gustos son los gustos, y si su aportación cinematográfica como actor y director no son fruto de debate en Cahiers Du Cinema, como músico no tiene porqué ser mejor que Wilco o Neil Young. Nada tampoco que objetar: si como actor y director no es de los favoritos de Cahiers du Cinéma, como músico no tiene por qué ser Neil Young. En suma, que el público que llenó el Palau de la Música, público de cine, vio aquello por lo que generosamente había pagado: a un actor. Y encima le cantaron unas cancioncillas. Bailando con ganas.

Kevin Costner, en un momento de su actuación en Barcelona.
Kevin Costner, en un momento de su actuación en Barcelona.JOAN SÁNCHEZ

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