Insólito musical
Desde hace varias décadas el cine musical, uno de los géneros más característicos de Hollywood y de más corta vida, ha desaparecido como género con unas características propias para convertirse en un hecho insólito.Uno de los más insólitos musicales de estos últimos años es La pandilla en cuanto está directamente concebido para el cine, su origen no es ningún éxito teatral anterior de Broadway, además está dirigido al público juvenil y directamente producido por Walt Disney Pictures.
Su punto de partida tiene una indudable originalidad al estar centrada en la huelga de los repartidores de prensa de Nueva York en julio de 1899, concretamente contra el famoso Joseph Pulitzer, propietario del New York World, y de rechazo también contra Randolph Hearst, propietario de The Journal, y el resto de la prensa de la ciudad, al subirles el precio de venta de los diarios para aumentar sus ingresos.
La pandilla
Director: Kenny Ortega. Guionistas: Bob Tzudiker, Noni White. Fotografia: Andrew Laszlo. Intérpretes: Christian Bale, Michael Lemer, David Moskow, Robert Duvall, Anne Margret. Estados Unidos, 1992. Estreno en Madrid: Cid Campeador, Novedades, Cartago, Aluche.
Arbitraria mescolanza
La originalidad del argumento de La Pandilla no va unida a ningún intento de renovación dentro del terreno musical y se desarrolla dentro de las más características convenciones del género. Rodaje íntegramente en decorados, tanto en interiores como en exteriores, números musicales y canciones que mínimamente hacen avanzar la acción y arbitraria mezcolanza entre acción dramática y musical.
PrimIra película como realízador del coreógrafo Kenny Ortega, su mayor atractivo es su clasicismo, un cierto sabor a viejo musical de serie B. Al tiempo que ha sabido reducir los mensajes que siempre encierran los productos Walt Disney a una discreta defensa del grupo familiar frente al hombre solitario. Aunque también hay que indicar que en ningún momento la película es lo que podía haber sido por su tema, tanto desde el punto de vista político como del meramente cinematográfico.
Como simple musical La pandilla deja mucho que desear. La coreografía de Peggy Holmes es bastante pobretona y dada la inexperiencia y juventud de la mayoría de los actores-bailarines-cantantes, los números quedan más cerca de las competicio-, nes deportivas o circenses que de cualquier tipo de ballet. Sobre las canciones de Alan Menken y Jack Feldrnan más vale no pronunciarse, han sido dobladas en su totalidad y se han convertido en algo realmente terrible.
Por tanto, la versión castellana de La pandilla es un producto realmente increíble. Dirigido a un público juvenil que se pasa el día oyendo canciones en inglés, se le ofrece totalmente doblado, lo que acrecienta su rechazo. Y por el mismo hecho levanta las iras del posible aficionado al musical clásico que vaya a verla.
Babelia
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