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Reportaje:

Improvisación 'low cost'

Una nueva hornada de músicos dinamita los cimientos del jazz de Oslo a Chicago

Iker Seisdedos

Los aviones que cubren el trayecto entre el aeropuerto de O'Hare (Chicago) y Gardemoen (Oslo) cargan a menudo en su panza saxofones golpeados, clarinetes bajos sin brillo y baterías parcheadas. Un creciente número de seguidores de medio mundo lo sabe. También, que las enciclopedias de jazz del futuro estudiarán la relación entre la nueva era de la aviación de bajo coste y el florecimiento de una escena global de bandas más o menos estables y escoradas hacia la libre improvisación.

Los vientos de esta revolución jazzística soplan fríos, cortantes como el acero y procedentes del lago Michigan, en la ciudad estadounidense, y del mar del Norte, en Escandinavia. Entre sus máximos representantes están Ken Vandermark, Hamid Drake, Mats Gustafsson o la banda (mitad sueca, mitad noruega) Atomic, nombre imprescindible en el circuito de festivales europeos.

Nilssen-Love: "Odiamos pensar que un día no existirán los álbumes"

Paal Nilsen-Love, de 35 años, es batería de estos últimos. Su discurso y su actividad (mantiene en funcionamiento "unos 23 proyectos") contradicen la tan rockera imagen del tipo callado que se limita a chupar cervezas y aporrear tambores. "Por desgracia, aún existen las fronteras", se lamenta desde su casa en Oslo. "Lo que sucede es que hay tantos músicos tan buenos por todas partes que sería absurdo no ponernos en contacto si la técnica lo permite". Nilssen-Love es, en sus muchas encarnaciones, un habitual de los escenarios españoles. Con el saxofonista Ken Vandermark, en La Casa Encendida de Madrid. Con el grupo Free Music Ensemble, en el San Juan Evangelista. O con Atomic, su prioridad, en el Apolo de Barcelona.

El hombre tras tanta contratación es Sergio Merino, infatigable promotor barcelonés. "Los miembros de esta escena están haciendo su propio camino. Redefinen su profesión cada día. Tocan en infinidad de contextos", opina Merino. "Derrochan energía y prefieren una situación musical interesante mucho más que un buen hotel o una gran comida".

El patrón es común. Estos músicos adquieren técnicas de guerrilla, tocan cada noche como si no existiese el mañana y, al término del concierto, venden con humildad sus discos.

Estos días coinciden varios de sus lanzamientos. No es noticia. El abaratamiento de las técnicas de producción ha permitido editar sin contemplaciones, a menudo en sellos que participan del gran fenómeno de la deslocalización del jazz de sus centros habituales. La importante marca Clean Feed se gestiona, por ejemplo, desde una tienda de discos en Lisboa. Y Nueva York se contempla como esa ciudad con demasiada pose y poco fuste. Jazzland, que fue famoso a principios de siglo como el estandarte de la explosión de pólvora mojada del jazz electrónico, destaca entre esos sellos como el más exitoso. Bajo ese logotipo ha publicado Atomic Retrograde, un triple disco (dos álbumes de material nuevo y un directo) en caja de lujo que suena a airada provocación por su arrogancia. No es sólo que el quinteto, que factura lo que podría definirse como free jazz clásico, apto para casi todos los estómagos, esté en su insultante mejor momento, sino que cuenta con aficionados suficientes como para que el envite no fracase. "Un disco triple. Pues sí, ¿por qué no?", se defiende Nilssen-Love. "Odiamos pensar que un buen día no existirán los álbumes. Ni las tiendas, que son instituciones, lugares de encuentro. Entiendo la comodidad de las descargas. Pero me resisto a dejar de salir a la calle, relacionarme, echar unos tragos, todo eso de lo que la música se compone. Por más que la mayoría ni siquiera se pregunte de dónde sale".

Hay algo de romántico y anacrónico en las ideas de estos músicos. Y también en su profundo respeto por los mayores. Joe McPhee o Bill Dixon, supervivientes del free jazz estadounidense de los sesenta y setenta, o, sobre todo, el alemán Peter Brötzmann, padre de la música improvisada en Europa y líder de un tenteto que reúne al mejor talento de una y otra generación. "Lo ves salir al escenario y soplar con esa energía. ¿Cómo demonios no va a ser un ejemplo de vida para nosotros?", se pregunta Vandermark, miembro de la banda, desde Chicago. Obviamente, sin esperar respuesta.

El saxofonista de jazz de Chicago Ken Vandermark, al frente del trío Free Fall.
El saxofonista de jazz de Chicago Ken Vandermark, al frente del trío Free Fall.
El tenteto de Brötzmann (en primer término), con, entre otros, Joe McPhee (izquierda) y Paal Nilssen-Love (derecha).
El tenteto de Brötzmann (en primer término), con, entre otros, Joe McPhee (izquierda) y Paal Nilssen-Love (derecha).

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.

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