Impresiones en el mes de mayo
Mayo queda lejos; aquel mayo francés que pareció cambiarlo todo y que acabó con De Gaulle en olor de masas, con restauración y vuelta al viejo orden. ¿Qué queda de aquellas proclamas, de aquel pedir lo imposible por puro realismo, de aquella sensación de poder asir por un segundo toda la existencia en las manos? Louis Malle no estaba en Francia entonces, o en todo caso, llegó en medio del fregado proveniente de la India, donde acababa de rodar un documental, Calcuta, que sigue siendo hoy una de sus obras mayores. A diferencia de otros compañeros de generación que se lanzaron a la calle a rodar lo que estaba ocurriendo -Godard, como siempre el más despierto-, Malle se limitó -es un decir- a dejarse embargar por la fascinación de la utopía, como él mismo declaró, y sólo 22 años después vuelve a revisar aquellos días, aquellas sensaciones. Pero el 68 queda ya definitivamente lejos.Milou en mayo arranca con un nostálgico plano directamente inspirado en los campos de arnapolas que inmortalizara Monet. y bajo la invocación de los impresionistas se despliega la historia ante el espectador. Renoir, padre e hijo, son referencias explícitas -desde la directamente pictórica, Le déjeuner sur l'herbe, hasta la más sutil creación de una atmósfera de dulce amoralidad, homenaje a un homenaje, el de lean Renoir a su padre en, justamente, Un día de campo-, corrio si Malle considerase que la pincelada rápida es suficiente para plasmar aquellos días. Milou en mayo es ante todo una mirada a la historia, pero también una revisión de ella a la luz de lo único que parece permanecer inalterable desde entonces, la familla, y por añadidura, la familia burguesa que Malle, por origen, conoce tan bien.
Milou en mayo (Milou en mai)
Director: Louis Malle. Guión: L. Malle y Jean-claude Carriére.Fotografía: Renato Berta. Música: Stephane Grapelli. Producción: Vincent Malle. Francia, 1990. Intérpretes: Michel Piccoli, Miou-Miou, Michel Duchassoy, Dorninique Blanc, Harriet Walter, Bruno Carette, Paulette Dubost. Estreno en Madrid: cine Alphaville (versión original).
Retrato de clase
En este sentido, el filme resulta un mordaz retrato de clase con sirvientes a través de una familia incapaz de entender, y menos asumir en su conjunto, los acontecimientos que, expectantes, siguen a través de la radio, y que el ojo de Malle capta en sus momentos mezquinos, más decididamente roñosos. Aquí la película funciona: todo se ve a través del punto de vista -no siempre respetado estrictamente por la imagen- de Milou, esa encarnación de un cierto espíritu arcalzante, ligado a la tierra, al curso de las estaciones. Pero también personificación de la memoria del colectivo humano que protagoniza la acción del filme:él es el único, al fin y al cabo, que se ha quedado en la casa materna.Malle controla el filme mientras el tono de éste se queda en lo levemente surrealista de su primera mitad, y que incluye el conjunto de secuencias con la madre de cuerpo presente. Algunos personajes, empero, chirrían en el engranaje y el conjunto del filme se tambalea cuando la atmósfera interior da paso al vodevil de la huida a través del bosque. Entonces todo lo que era sutileza impresionista se convierte en caricatura sangrante, y el filme, hasta ahí hondamente enralzado en la tradición francesa -en Pagnol, en el realismo poético, en Renoir-, se trastoca en una peripecia cercana a la histeria del spielbergulano 1941, tosca y exagerada.
La inteligencia del guión, a pesar de todo, salva parcialmente a Louis Malle y le permite a duras penas reconducir al final la historia volviendo a la rápida pincelada descriptiva que resulta también prolijamente reveladora: a título de ejemplo, el único gendarme que aparece, muy brevemente y al final del filme, es el pretendiente de la criada, para recordarnos, nuevo Pasolini, que en el 68 los hijos del proletariado estaban enfrente de las barricadas y no detrás de ellas.
Babelia
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