Ha muerto Eddie Felson
El bandolero Butch Cassidy, el detective Harper, el boxeador Rocky Graciano. Incluso el espía Michael Armstrong a las órdenes de Hitchcock... Paul Newman tuvo muchos rostros a lo largo de una carrera memorable. Ninguno como el de Eddie Felson. Altanero, ambicioso, tahúr, aferrado a un taco de billar, ahogado en humo, con sus ojos llameantes fijos en la figura de El Gordo de Minnesota, rival en el tapete. Sórdidas habitaciones acogían el desesperado aluvión de cariño que derramaba hacia la patética figura de Piper Laurie; dos seres abandonados que aliviaban su derrota con abrazos y miradas furtivas. Paul Newman fue Eddie Felson en el año 1961, en El buscavidas, un fragmento de vida hecho cine. Y lo fue de nuevo en 1986, en El color del dinero, tras 25 años de una existencia que todos los espectadores intuimos negra y desesperada.
Pero Felson sobrevivió. Y su mirada dejaba entrever menos derrota que fatiga. Hasta que escuchaba a sus espaldas el sonido fulgurante de un taco de billar empuñado por un jovenzuelo Tom Cruise. Entonces despertaba para desplegar su afán vampírico, su ansia de triunfo, con el fin de corromper a quien él mismo fue años atrás. Un actor ha de ser realmente selecto para lograr que un personaje miserable y arribista se convierta en entrañable. Ha de poseer la aniquiladora belleza de Paul Newman y combinarla con el talento interpretativo que permita mostrar grietas humanas.
Entre tanto figurín que se dice actor, entre tanta estrella fabricada en serie, entre tanto guaperas sin estilo, podremos siempre idolatrar a totems como Paul Newman. Entre tantas horas lastimosamente perdidas en las salas oscuras, podremos decir que hemos disfrutado de El buscavidas y El color del dinero. El cine clásico. El de antes. Y diremos que hemos amado las vidas con las que Paul Newman nos propuso soñar. También como director: Rachel, Rachel, (1968) y El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas (1972), entre otras, retratos clarividentes del rostro sombrío del sueño americano. No en vano su autor es el hombre al que Nixon incluyó en una lista negra por su condición de comprometido liberal.
Truffaut defendía que las películas son más importantes que la vida. Si eso es cierto, Paul Newman ha tenido mucho que ver en ello. En estos tiempos banales es obligatorio darle las gracias.
Miguel Ángel Palomo es crítico de cine El País
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