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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Frankenstein y Frankie Stone

Fabricando al hombre perfecto

Directora: Susan Seidelman.

Intérpretes: Ann Magnuson, John

Malkovich, Ben Masters, Glenne

Headly, Laurie Metcalf, Polly Bergen

Susan Bernan. Guión: Floyd Byars y

Laurie Frank. Fotografia: Edward

Lachman. Dirección artística:

Barbara Ling. Estadounidense, 1987.

Título original: Makng Mr. Right.

Estreno en Madrid: cine Madrid 1

Tercera película de Susan Seidelman después de Smithereens y Buscando a Susan desesperadamente, este Fabricando al hombre perfecto es una nueva comedia agradablemente feminista -hace una ostentación humorística de su militancia-, en la que la protagonista propone un mundo en el que los hombres aparecen tan literalmente robotizados como carnales y curvilíneas eran las estrellas femeninas del Hollywood de los cincuenta.

Androide ideal

La heroína y narradora -su punto de vista se confunde con el de la película- es Ann Magnuson, una simpática y un tanto distante ejecutiva de la psicología empresarial. Su nombre es tan andrógino como fonéticamente orientador: se llama Frankie Stone. Su trabajo consiste en educar emocionalmente a un androide creado por John Malkovich, que ha hecho de sí mismo una copia cuya sentimentalidad está en blanco. Malkovich, que es un actor cuyo camaleonismo le convierte en androide ideal, es de una ingenuidad y ternura desarmante cuando encarna a la criatura artificial y de una frialdad y ordenancismo extremos cuando se transforma en el científico. Para Ann Magnuson, el encargo y la situación le proporcionan la posibilidad de comparar entre el original y su réplica y de hacer lo que indica el título de la película.Frankenstein, Doctor Jekyll y Mr. Hyde y Pigmalión son tres referencias obligadas para esta comedia neoyorquina; es decir, menos respetuosa con las exigencias del género y más con las de la realidad. Pero también es posible verla como una entretenida e ingeniosa variante de Blade runner, desprovista de resonancias metafísicas o de iconografía futurista, pero centrada también en la deshumanización de las relaciones y en esa evidencia, un tanto ridícula, de que tantos siglos de investigaciones y descubrimientos continúan sin haber resuelto el comportamiento emotivo de los humanos, que sigue siendo imprevisible. El final del filme, que convierte al hombre en -literalmente- satélite de la Tierra y al androide en satélite -metafórico- de la protagonista, es una burlona e idílica solución para todos los embrollos terrestres, incluidos los sexuales o del corazón.

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