Fallece el lingüista Joan Solà a los 70 años
El filólogo, gran divulgador de la lengua catalana, recibió en 2009 el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes
Pompeu Fabra, Joan Coromines y Joan Solà. Este ha sido el gran eje humano vertebrador de la lengua catalana desde que el primero asentará las claves del catalán como idioma moderno a mediados del siglo pasado. Ayer, ese último eslabón se quebró al fallecer el filólogo a los 70 años víctimas de un cáncer que le venía asediando desde hace un tiempo y que, como tristemente suele ocurrir, hizo que en el último año y medio le llovieran la mayor parte de los reconocimientos, entre ellos el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes en junio de 2009 y, un mes antes, el Honoris Causa por la Universidad de Lleida y la vicepresidencia del Institut d'Estudis Catalans.
Podían, con todo merecimiento, haber llegado muchísimo antes porque como Solà mismo decía, "hace 50 años que trabajo como un escarràs (burro de carga, aperreo)". Y a pesar de una obra que se tradujo en más de 40 libros, en los últimos tiempos estaba un poco inquieto porque las contraprestaciones sociales a tanto galardón le restaban tiempo para la elaboración de una de esas obras de toa la vida, la Gramàtica Normativa del Català. La actualización de las premisas gramaticales que impulsara Fabra era una de sus obsesiones desde que se licenciara ya en Filología Clásica en la Universidad de Barcelona en 1965. La voluntad y el cartesianismo del Mestre dejaron honda huella en el lingüista leridano de Bell-lloc d'Urgell, hasta el extremo de que, amén de haberle dedicado un libro (L'obra de Pompeu Fabra, en 1987), en la actualidad codirigía, junto a Jordi Mir, las Obras Completas.
Del otro gran maestro, Coromines, Solà adoptó la actitud de la incansable hormiga laboriosa, que se tradujo, entre otros, en títulos como Estudis de sintaxi catalana (1972), Sintaxi generativa catalana (1986), Sintaxi normativa: estat de la qüestió (1994), Ortotipografia (1995) o la Història de la lingüística catalana 1775-1900 (1998). Una obra, sin embargo, le encumbra y permite ratificar que haya sido el eslabón continuista de los dos grandes sabios: La Gramàtica del Català Contemporani (en tres volúmenes), aparecida en 2002.
Enjuto, de habla rauda y contundente y con subidas y bajadas de voz que, unidas a un rostro adusto acentuado por la barba le daban una imagen de hombre enfadado, entendió la lengua como un tema indisociable del devenir de la cultura y la política catalanas, sobre lo que siempre habló clar i català, con un alto grado de compromiso: "Pueblo, individuo y lengua es lo mismo: la lengua es espiritualmente tan fuerte como la sangre"; "El pueblo catalán ha estado siempre sometido políticamente y pagando más impuestos de lo que debía: una humillación reiterada; mientras no nos rebelemos contra esa situación, la lengua no tiene solución!".
Tomando de nuevo el camino de Fabra, Solà se prodigó en la prensa escrita en tareas de divulgación y sensibilización, en una producción que sobrepasó los 800 artículos y que se recopiló en diversas ocasiones, la última en Plantem cara (2009). En esa línea, su preocupación por el uso social de la lengua para garantizar su futuro fue notoria, un uso que creía que no estaba incrementándose, al contrario. "Cambiaría todo el tema de las escuelas y la televisión en catalán por oir la lengua de la calle de hace 40 años", aseguró no hace mucho tiempo. Creu de Sant Jordi en 2005, afirmó al poco de recibirla: "La lengua la mantiene un pueblo, no los científicos". Cierto, pero hay científicos y científicos.
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