La España tapiada de Sierra sofoca Venecia
Indignación contra el embajador español por ser la única persona que impuso su entrada sin DNI
El pabellón español es, en palabras de Santiago Sierra, una performance sobre la frontera. El nombre de España que habitualmente se encuentra en la parte superior del edificio ha sufrido una intervención como las que hace en todo el mundo el escultor Christo: ha envuelto el rótulo con plástico gris reciclado de bolsas de basura y cruzado con cinta adhesiva negra. La identificación única del pabellón con España está en el cartel indicador y escrito exclusivamente en español. Ahí se pide a los visitantes que se dirijan a la parte posterior del edificio con el DNI o el pasaporte acreditativo de la nacionalidad española. En esa puerta, dos guardias jurados italianos no hacen excepciones: ni periodistas, ni artistas, ni directores de museos, ni miembros del jurado. Nadie que no sea español y lo pueda acreditar puede entrar. Las reacciones son en general de enfado. Algunos se van pensando en denunciar, pero en general el impacto de la instalación acaba despertando la complicidad y el entendimiento con la idea del creador.
¿Cree que la gente está entendiendo su propuesta? "No tengo un discurso sofisticado", explica Sierra, "aquí se exhibe con toda su crudeza el privilegio de la nacionalidad. El orgullo nacional es un concepto del siglo pasado". ¿Por qué le ha inspirado la frontera? "Ser de un país o de otro se define por lo que cobras. En México, país en el que vivo desde 1995, el 80% quiere saltar la frontera y marcharse a Estados Unidos. Pero no son antipatriotas, es que quieren cobrar más. La frontera es una losa para demasiada gente".
Cuando una periodista nórdica intenta convencer a Sierra de que le dé una invitación que le permita entrar y poder informar, éste le responde "que no hay ninguna excepción porque el público es la pieza y ese público se tiene que topar con un muro que no tiene identidad. Es que la exaltación de la nacionalidad y el orgullo patrio tiene un peso insoportable". Ella argumenta que si no entra no podrá escribir. "La he privado de ver un lugar, no de su inteligencia", replica. "Tampoco puede ver los pabellones de Camboya o Palestina, por ejemplo, y de algo tendrá que escribir".
Cerrar y abrir puertas
Sierra concluyó su encuentro con los periodistas diciendo que estaba disfrutando muchísimo con todo este revuelo y que lo que más le divertía era cerrar las puertas a quienes están acostumbrados a abrirlas siempre a su antojo.
Rosa Martínez, la comisaria de la exposición, añadió también que el espectador es parte de la obra y que en los próximos cinco meses se verá cómo ha evolucionado el proyecto. "El embajador de España ha sido una parte actuante en esta performance".
Miguel Ángel Cortés, el secretario de Estado de Exteriores, el organismo español que participa en la Bienal, contestó a las críticas que han surgido desde algunos medios que en estos momentos puede haber dos debates: uno, sobre qué es el arte, y el otro, sobre cuál debe ser la intervención que los políticos tengan en la obra de arte que financian. En el primer debate no quiso entrar, pero en el segundo explicó que el político no debe intervenir en absoluto. "No se puede contemplar la Bienal como algo distinto a lo que es un Museo Nacional o un Centro Dramático Nacional. El político nombra a los responsables y ellos hacen su programación. El único límite está en el Código Penal y en el presupuesto", bromeó. Y añadió que en el plano personal estaba muy satisfecho del resultado de la instalación de Santiago Sierra.
A última hora de la tarde, en el palacio Ducal se entregaron los Leones de Oro a los artistas David Weiss y a Peter Fischli; el León al Artista Revelación fue compartido para Oliver Payne y Nick Relth. El León de Oro al Mejor Pabellón se lo llevó Luxemburgo con el artista chino Su-Mei-Tse. Y el de Mejor Artista Italiano fue, sorprendentemente, a parar a manos de la artista iraní Avish Kheberhzadeh.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.