Edificios con vigas de memoria
El madrileño Juan Garaizabal proyecta reconstrucciones efímeras de símbolos arquitectónicos destruidos.- Sus 'catedrales de alambre' se verán varias capitales europeas, entre ellas Madrid y Valencia
Que las emociones se condensan en el espacio es obvio para cualquiera que relacione un lugar con un sentimiento. Por eso cuando un edificio desaparece, con él mueren recuerdos y vivencias. Puede ser una guerra la que aniquile un palacete, o un plan urbanístico el que se lleve por delante un mercado popular. Recuperar las emociones y las ideas que latían en esas construcciones perdidas es el objetivo de Memorias urbanas, un proyecto artístico de Juan Garaizabal (Madrid, 1971) quien, hasta el 18 de abril, expone en Praga su iglesia errante: una reconstrucción con tubos y luces de la desaparecida iglesia Bohemia de Berlín.
Este año, además, en París levantará un trasunto del palacio de las Tullerías; en Valencia la silueta del Palacio Real volverá a alzarse sobre la piel urbana y, en Madrid, resucitará el mercado de la Plaza de Olavide. El proyecto de Valencia está pensado "para principios de verano" -indica el autor por vía telefónica-, y se levantará en un parque que hoy cubre los cimientos del antiguo palacio.
El proyecto para Madrid pretende recuperar un edificio "de los pocos racionalistas" de la ciudad y que fue demolido "con bastante escándalo intelectual" en 1976. "Hay un interés grande en Madrid en hacer un proyecto de este tipo. Hemos presentado un preboceto y técnicamente es viable".
Volúmenes etéreos
Garaizabal (que ha llevado otros proyectos a Arco o a la Noche en Blanco madrileña y parisiense) trabaja con un equipo de ingenieros cuyo jefe, Jesús Jiménez Cañas, se refiere a estas obras como "catedrales de luz". Son volúmenes grandes pero etéreos, sonoros, luminosos (ideales para ser contemplados durante el crepúsculo), y que envían al espectador -o habitante, porque uno puede entrar en ellos- señales encontradas: alegría y nostalgia, densidad y ligereza....
"En Memorias urbanas hay un relativismo del tiempo y del espacio. Estas obras simbolizan a un tiempo el antes y el ahora, y también el dentro y el fuera. Pero también existe una faceta nada relativa, sino absoluta: la obra muestra que hay cosas que tienen que ser hechas, que han ocurrido y han ocurrido de una manera determinada", señala Garaizabal. Ese elemento absoluto, el de las cosas hechas como se debe, es lo que el autor denomina "valor heroico".
La técnica empleada fue desarrollada por el artista en un proyecto previo en Bucarest. Básicamente se trata de un modelado de tubo metálico, de sección exterior cuadrada. Su sistema de ensamblado y acoplamiento permite un montaje y desmontaje ágil. Las bases sobre las que se sustenta la estructura son cubos de hormigón que se apoyan en el suelo, sin generar impacto alguno en la zona al ser retirados.
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