La Cruz Roja, testigo de la Guerra Civil
Llegan a Salamanca 80.000 documentos de la contienda que se guardaban en Ginebra
La pequeña se ha refugiado tras la espalda de la mayor. Llevan vestidos tiznados y contienen la media melena con horquillas. Miran a la cámara. A pesar de todo, sonríen. A pesar de vivir como precoces refugiadas en una ciudad en guerra.
Nadie sabe quiénes son las niñas. Nadie sabe tampoco quién captó en Madrid la imagen, que se conserva en la sede del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en Ginebra (Suiza). Durante siete décadas, desde que finalizó la Guerra Civil española, en los archivos del CICR se han custodiado 80.000 documentos relacionados con este conflicto y sus secuelas. Otro de los muchos trocitos de la memoria española del siglo XX que están desperdigados por oficinas de medio mundo, llevados por exiliados que huyeron de la derrota republicana y por organismos que intervinieron en la guerra. Desde hoy están en España. Aunque los originales seguirán en Ginebra, los 80.000 legajos y fotos nutrirán los fondos del Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca tras haber sido digitalizados durante los dos últimos años. Será la primera de varias entregas del exterior que tramita el Ministerio de Cultura, que confía en convertir el Centro de la Memoria en un lugar "de referencia internacional".
Legajos y fotos ya forman parte del fondo del Centro de la Memoria Histórica
El Comité Internacional de la Cruz Roja desempeñó un papel notable en el conflicto español. Medió en el intercambio de prisioneros, sirvió de puente postal entre ambos bandos, visitó a 89.000 prisioneros, distribuyó alimentos y, sobre todo, aportó la aureola de neutralidad que ni los republicanos ni los sublevados reconocían a la Cruz Roja del adversario. Porque en España, al estallar la Guerra Civil, también la Cruz Roja se partió. Había una republicana, presidida por el abogado Aurelio Romeo, y otra franquista, con el conde de Vallellano al frente. La desconfianza provocó incluso el encarcelamiento de algunos voluntarios de la Cruz Roja, sospechosos de espiar para el enemigo. "No siempre se respetó la labor humanitaria, ocurrió en los dos bandos, aunque las mayores barbaridades se dieron en el franquista", sostiene Josep Carles Clemente, autor del libro El árbol de la vida. La Cruz Roja en la Guerra Civil española, que fue finalista del Premio Espejo en 1989.
Una guerra civil no es sólo una guerra. Antoine de Saint-Exupéry la definió como "una enfermedad". A propósito de la española, Georges Willemin, jefe de la división de archivos del CICR, la describe como "una guerra total". "No sólo implicó a las fuerzas armadas y combatientes, sino que afectó a la población civil de forma masiva", expone. Entre los 80.000 documentos, figuran 655 fotografías (algunas se reproducen aquí) captadas por personal de la Cruz Roja y, excepcionalmente, por fotógrafos de agencias de prensa que facilitaban las imágenes a los delegados del organismo. "Las fotos nos llegaron como parte de los informes de los delegados que trabajaban allí", explica Helene Vicent, de la biblioteca del CICR. Casi todas sobrecogen, aunque sea por distintas razones. Hay instantes que a Cartier-Bresson le parecerían decisivos, como la fotografía que refleja una calle valenciana en pleno bombardeo. Hay otras cotidianas que estremecen por plasmar la interiorización del terror: niños leyendo mientras se protegen en el metro de Madrid de los ataques aéreos.
Las imágenes son, sin embargo, una pequeña parte de los documentos guardados en Ginebra. Para los historiadores, será más jugoso saber que dispondrán de documentos sobre la Guerra Civil, el internamiento de refugiados españoles en campos de concentración en Francia y campos de exterminio nazis durante la II Guerra Mundial, la repatriación de los voluntarios de la División Azul que habían sido prisioneros en Rusia o la situación de los niños de Morelia en México. "Todo este material, en su mayor parte desconocido para los investigadores españoles, va a posibilitar un mejor conocimiento de sucesos trascendentales para nuestra historia contemporánea", destaca el ministro de Cultura, César Antonio Molina, que hoy recibe los fondos de la mano del presidente del CICR, Jakob Kellenberger.
Numerosos documentos -que podrán consultarse en Internet- proceden del llamado Servicio de España del CICR, que dirigió el médico Marcel Junod desde agosto de 1936 hasta la victoria de los sublevados. Esta oficina se encargaba de mediar entre los bandos, negociar el canje de prisioneros o canalizar la comunicación por carta entre familias separadas por las fronteras interiores que dibujó la guerra. A Molina le asombraron algunos expedientes en los que se palpan "casos límite, como la tragedia de los padres madrileños cuyos hijos se encontraban en colonias".
El historiador Josep Carles Clemente, uno de los pocos que recurrieron al archivo de Ginebra, elogia la labor de la organización: "Salvaron muchas vidas, gracias a ellos se organizó la evacuación de 4.000 personas desde Madrid a Valencia". Aunque también dejaron otros hitos para la historia. En 1938, durante la Conferencia Internacional de la Cruz Roja celebrada en Londres, acudieron dos delegaciones desde España: la de los republicanos y la de los sublevados. Hasta eso se había partido.
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